Aparcamos en la entrada del pueblo, para dirigirnos caminando por la carretera hasta una curva cerrada de derechas, en donde un cartel nos indicó el camino a seguir a nuestra derecha. En teoría el camino era fácil y corto, pero nosotros metimos la pata hasta atrás y como no llevábamos la reseña impresa, ¡¡¡ nos fuimos al final del barranco !!! Aún sin saber de nuestro error nos terminamos de poner los aparatos y nos introducimos en el cauce, dándonos cuenta al poco rato de nuestra metedura de pata. Ahora tendríamos que volver a buscar el buen camino, ¡¡¡ anda que no está bien señalizado !!! bajo un sol de justicia. Pronto dimos con él, pero entre una cosa y otra habíamos acumulado un gran retraso.
Cuando llegamos a la cabecera del barranco lo primero que hicimos fue introducirnos en el agua para refrescarnos un poco, para al poco comenzar con el descenso.
Descenso corto, pero muy bonito, que atraviesa una pequeña gorga muy escavada y estrecha, donde destaca el color rojizo de la roca.
Durante el descenso montamos seis rápeles, alguno de ellos realmente bonitos, como el estrecho cuarto rápel.
El descenso es muy corto, en menos de una hora concluimos el barranco, eso sí con muy buen sabor de boca pues el descenso es muy estético.
En el retorno no tuvimos perdidas (ya nos conocíamos la zona casi completa) y en apenas 15 minutos llegamos de nuevo al pueblo, en donde nuestros compañeros esperaban extrañados por el retraso, teniéndoles que explicar nuestras peripecias en la aproximación. Para concluir la jornada nos acercamos hasta Benasque para visitar el pueblo, ver los destrozos que hizo la riada meses atrás y realizar alguna compra.
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