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El sábado cuando volvíamos derrotados de la dura ascensión a Porracolina, recibimos la llamada de Alicia, los dos sabíamos que ya había plan para mañana, descolgué el teléfono y contesté, las primeras palabras que oí fueron, ¿Qué hacemos mañana?. Nosotros estábamos muy cansados y decidimos hacer algo facilito, “La Ferrata de la Hermida”, ya la habíamos realizado anteriormente, pero que mejor forma de pasar el domingo. Pusimos como condición quedar pronto para que nos diera tiempo a comer algo por ahí. A la salida también se apuntaron Oscar y Naghy.
Quedamos a las 10:00 en nuestro punto
habitual de encuentro, “la gasolinera de Puente San Miguel”. Casualmente todos
llegamos tarde, sobre las 10:30 nos montanos en la furgoneta de Ali, y pusimos
rumbo a la Hermida, el día estaba bastante claro, por lo que no dudamos
en animarnos a realizar la actividad.
Las Ferratas, nacidas en
Italia (Dolomitas) como medio de paso de los ejércitos, posteriormente se
han empezado a popularizar en países como Alemania y Francia, hasta que el año
pasado se decidieron a instalar un par de ellas en Cantabria.
El itinerario discurre por varios muros
de roca caliza de aproximadamente unos 20 metros cada uno, que nos permiten
disfrutar a medio trayecto de las cuevas del Jabalí y Diosu. Posteriormente
tenemos que realizar una larga pero a su vez sencilla trepada justo por encima
del Balneario de La Hermida que nos conducirá al punto final de la Ferrata, la Cueva Ciloña, de unos 70 metros de ancho por 25 de alto.
La Ferrata consta de un desnivel máximo
de unos 700 metros, que posteriormente hay que descender por un sendero que nos
conduce a la carretera de Bejes, que sinceramente se hace bastante largo.
Antes de empezar la ascensión tuvimos
que pasar por el caseto de la organización de La Hermida, para dar nuestros
datos, y alquilar unas disipadoras para Mónica, allí nos comentaron que han
empezado las obras para construir dos puentes tibetanos y que tenían previsto
tenerlos terminados para Semana Santa. Esto es un buena disculpa para volverse
a animar a realizar esta actividad, dado que si dispones del material técnico que
consiste en casco, arnés y disipadoras, es completamente gratuita.
Una vez equipados empezamos la aventura
con muchas ganas, Carlos comandaba la ascensión, antes de toparte con la
primera pared de caliza, se ha superar unos 100 metros de desnivel, por una
pista claramente marcada. Enseguida nos topamos con ellas y empezamos a
utilizar nuestras disipadoras con bastante fluidez teniendo en cuenta que hacia
prácticamente un año que no las utilizaba.
La ascensión fue bien hasta que llegamos a la cueva de Diosu, momento en el
que empezó a llover, en este momento nos planteamos el abandono, pero no fue
posible dado que habíamos superado todas las escapatorias, nos pusimos los
chubasqueros y continuamos con la Ferrata.
La lluvia no nos daba tregua, y cada vez la ascensión se complicaba más y
más dado que el terreno era muy resbaladizo, una vez superados los últimos
muros de caliza, Carlos y Alicia decidieron adelantarse para esperarnos con la
furgoneta en la carretera que va a Bejes, y así ahorrarnos media hora de
caminata.
Cuando llegamos a la cima tienes una
clara bifurcación a la izquierda hacia la cueva Ciloña y a la derecha hacia la
Hermida, esta última fue la elegida, dado que con el día que hacia no apetecía
demasiado hacer turismo.
La bajada fue bastante complicada, casi
todo el camino estaba muy embarrado y lo peor de todo, resbaladizo. En unas dos
horas ya lo habíamos completado, y allí estaban Carlos y Ali, con la calefacción
atopeee.
Eran ya las 6:00 de la tarde y apenas
habíamos comido nada, por lo tanto paramos en Panes y nos comimos unas buenas
tablas de quesos, embutidos, hasta unos callos, había que recuperar.
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