Nos dirigimos a conocer el descenso estrella del Parque Nacional de Peneda - Gerês, el Barranco del Arado. Para ello, desde Lobios cogemos carretera de Portugal hasta cruzar la antigua frontera de Portela do Home. Una vez superada la frontera entramos en una carretera que atraviesa un fantástico bosque (lastima que no esten autorizadas las paradas durante dicho tramo para disfrutar de un entorno maravilloso) hasta llegar a Gerês, en donde antes de entrar al pueblo encontramos los carteles que sin mucha pérdida nos llevan hasta la Cascada de Arado, aparcando el coche en los alrededores del puente que pone fin al descenso.
Las nubes siguen amenazando lluvia en la lejanía, mientras nos preparamos para comenzar la aproximación. Una temperatura bastante agradable nos acompaña en los primeros pasos hacia la cabecera del barranco, pero poco a poco el panorama va cambiando.
El camino de subida no es muy duro, tenemos algún despiste por los numerosos hitos que encontramos, pero rápidamente damos con el buen camino. Justo cuando estamos a punto de llegar al collado final de la aproximación, tras casi una hora de caminar, la lluvia hace apto de presencia, cayéndonos un enorme chaparrón que hace que temblemos de frío. Nos comenzamos a poner capas de neoprenos y licras par ver si entramos en calor, mientras esperamos refugiados bajo un árbol hasta ver si escampa. Al final y tras esperar un buen rato bajo la lluvia, tiritando de frío, tomamos la decisión de no entrar al barranco en estas circunstancias, comenzando el retorno hacia el coche mientras la luvia seguía cayendo.
En nuestro camino de vuelta nos encontramos con dos chicos de Orense (Lucas y Samuel) que al igual que nosotros tenían dudas de entrar al barranco. Al final después de un rato de charla deciden no entrar y acompañarnos hacia el coche.
La lluvia cesa durante el camino de vuelta y la temperatura cada vez es más agradable, alguien sugiere entrar al barranco, aunque solo sea en sus cascadas finales. Al final los chicos gallegos, Alicia y yo nos animamos a realizar el último estrecho. Marisa, que aún no ha entrado en calor, y Alberto deciden esperarnos al final del descenso.
De nuestro descenso poco que contar, tan solo realizamos cuatro rápeles que nos supieron a muy poco teniendo en cuenta todo lo que habíamos dejado atrás, y que se estaba mejor dentro del agua que fuera de ella.
Cuando llegamos al salto final, la Cascada de Arado, vemos a Marisa y Alberto entre los numerosos turistas que se habían acercado al lugar y nos miraban con extrañeza.
El tiempo a mejorado mucho, hasta el punto de plantearnos volver a realizar el camino de aproximación y realizar integro el descenso, pero al final decidimos dejarlo para la jornada siguiente e ir a descender el cercano Fafiao, que en "teoría" tenía mucha menos aproximación.
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