Con gran parte de los miembros del club en el curso de experto en la colocación de anclajes, el pasado sábado 29, nos fuimos Alicia, Belén y yo, hasta la localidad de San Roque de Riomiera para conocer la Cueva de los Zorros, pequeña cavidad de apenas 1.171 metros de desarrollo.
Para llegar a la cueva nos dirigimos hasta dicho pueblo, y tomamos la carretera que se dirige hacia el Portillo de Lunada. Después de dejar atrás el cruce que conduce a Selaya, y a unos 700 metros nos encontramos a nuestra derecha el Barranco Seco, en cuya margen derecha y a unos 50 metros sobre la carretera se encuentra la boca de entrada. Hay que tener cuidado y no confundir el Barranco Seco, con un primer arroyo que también nos encontramos a la derecha según subimos.
Como el acceso a la boca principal (tiene tres entradas) por el margen derecho es bastante inclinado, decidimos subir por la otra ladera, por un pequeño sendero para ganar altura y posteriormente cruzar el barranco. De esta forma, desde la altura y en la otra ladera es fácil localizar la boca, pues en la entrada hay unos árboles que la señalan.
La boca de entrada es de unos 4x1 metros y desciende bruscamente, para al poco ramificarse en dos galerías. Nosotros tomamos primero la de la derecha, en donde nos encontramos en una pequeña repisa con una serie de calaveras, acompañadas de varias trampas, destinadas a capturar a saber que animal. También destaca la gran cantidad de basura que hay en esta primera parte de la cueva, basura que también se encontraron los primeros exploradores. Seguimos esta galería hasta que se cierra a unos 50 metros. Al principio estamos desorientados buscando una gran galería, pero al mirar la escala de la topo nos damos cuenta de que esa gran galería es donde nos encontramos. Entonces nos ponemos a reconocer las numerosas gateras que parten desde la galería, pero que no llevan a ningún lado. Decidimos retroceder y visitar el ramal de la izquierda, en donde en teoría nos encontraremos con formaciones y coladas, pero lo único que encontramos son gateras que se cierran o dan a minúsculas salas, en las que hay muy pocas estalactitas. Lo que si nos encontramos es un pequeño murciélago y un troglobio. Se podría continuar avanzando, aunque superando estrechas gateras, y no estamos mucho por la labor.
Ya es la hora de comer, y como la entrada esta muy cercana, decidimos salir a la calle para hacerlo, y así disfrutar del buen día soleado que hace. Cuando ya hemos saciado nuestro apetito, volvemos a entrar, para terminar de conocer por completo lo que nos queda de cueva. Primero convencemos a Belén para que entre en un largo laminador que va a dar a una pequeña sala, y según nos comenta no merece la pena visitar. Y es que esta es la tónica de la cueva, bastantes arrastradas que luego no se ven recompensadas. Volvemos al ramal de la derecha para intentar localizar otra de las bocas de entrada. Localizamos la galería que nos llevaría a ella, pero hay un destrepe delicado y decidimos salir a la calle para localizarla desde el exterior. A escasos metros, en dirección al barranco y un poco por debajo del nivel de la otra entrada, encontramos esta pequeña boca.
Volvemos a entrar en la cueva siguiendo esta pequeña galería y a escasos 25 metros llegamos a la parte inferior del delicado destrepe. Decidimos que ya es hora de terminar la jornada e ir bajando hasta el coche, en donde tenemos una conversación con un lugareño que pasea con sus hijos. Nos habla de que él conocía la boca de entrada, pero que nunca pasó más allá de la rampa descendente, y nos enseña un agujero por el que dice que sale una gran corriente de aire. Efectivamente sale un buen soplo, Ali se vuelve a poner el casco y entra en la cueva, comentándonos que es imposible el paso para una persona y que el lugar está repleto de huesos de animales.
Nos despedimos de la familia, nos cambiamos y emprendemos el camino de vuelta a casa habiendo disfrutado de un día muy relajado de espeleología, en un entorno bello, aunque la cueva no nos ha causado una gran impresión. |
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