El grupo lo formábamos Belén, Carmen, Alicia, Fonso y yo. Cuando llegamos a Mildón tomamos la carretera que sube a Oceño y aparcamos junto a la pista ascendente que lleva a una cabaña, aproximadamente en el km 2 de subida. Aquí dejamos las mochilas y nos quedamos Fonso, Belén y yo, mientras que Ali y Carmen bajaban a dejar el coche muy cerca del cruce de Mildón, en un ensanchamiento que hay tras superar la segunda curva de subida, y no molestar al dueño del restaurante llenando el aparcamiento, y menos mal que lo hicimos así, porque al final del descenso nos lo íbamos a encontrar.
Ya se que no era muy caballero por nuestra parte, pero la idea era que ellas al ir luciendo cacha, no tendrían problemas en que algún ganadero o vecino de la zona las subiera en coche hasta donde tenían las mochilas. Mientras nosotros haríamos poco a poco la senda de aproximación y así no cansar mucho a la niña. Durante el camino Fonso y yo comentábamos si habrían tenido suerte haciendo dedo. Antes de llegar a la cabecera del barranco vemos como aparecen a lo lejos, y pensamos que han tenido suerte, pero al llegar a nuestro lado nos comentan que solo se encontraron con un ganadero que se dirigía a escasos metros de donde se encontraban en ese momento, teniendo que hacer todo el camino andando.
El Caleyón de las Barbadas es un barranco bien escavado, acuático, estrecho y oscuro en algunos tramos, en fin que es divertido, aunque también se hace muy corto. Comenzamos el descenso con algunos resaltes y pozas, antes de llegar al pasillo en donde el cauce se estrecha y encaja, formando un tobogán por donde al agua circula a gran velocidad. Cabe la posibilidad de montar un rápel, pero nosotros lo superamos sin hacerlo, es más no montamos ningún rápel en todo el Caleyón.
Superado este pasillo nos encontramos con pequeños resaltes, badinas y toboganes, en los que tenemos precaución pues hay piedras escondidas en la corriente. Un divertido tobogán de un par de metros y el barranco se abre, dando por acabado el descenso del Caleyón, pero como sabía que nos iba a saber a poco, decidimos seguir aguas abajo y enlazar con el descenso de la Hoz de Mildón. Aprovechamos el tramo de río en el que no hay ninguna dificultad para picar algo y echarnos unas risas con un viejo paraguas que encontré abierto en la orilla. Después del tentempié, emprendemos de nuevo la marcha para encontrarnos con las primeras dificultades de la Hoz, un caos de bloques y el primer rápel de unos 7 metros.
Durante el descenso habíamos hablado de la posibilidad de hacer otro barranco de la zona o bien meternos una buena fabada en el restaurante de nuestro nuevo amigo, pero ayudados porque el tiempo se estaba poniendo feo y tan solo eran las tres de la tarde cuando salíamos del barranco, decidimos hacer lo segundo, pero estaba muy claro que el señor había perdido 5 clientes. Nos desplazamos hasta el restaurante el Urogallo al lado del camping de Arenas, en donde nos pusimos tibios, y vimos como cuando nos sentábamos a comer empezaba a llover. Habíamos acertado de pleno.
Que guapos todos con los trajes nuevos¡¡¡¡¡
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