La organización corrió a cargo de la Federación de Espeleología de Castilla y León, G. E. Niphargus y G.E. Merindades.
En esta galería fotográfica podemos ver como se desarrollo este encuentro y las fotos realizadas dentro de la cavidad.
A continuación la cónica que ha realizado Antonio del encuentro, en la que cuenta como se desarrollo el monográfico. En nuestro caso decidimos apuntarnos al curso de paisaje y panorámica que impartían Sergio Laburu y Sabino Orbegozo del grupo Felix Ugarte Elkartea.
Texto: Antonio Fotos: Carlos y Alicia
Hay veces en que la fotografía puede considerarse un
arte de caza. Es lo que se suele llamar un safari fotográfico. Sin
embargo si en vez de cazar imágenes de animales -o personas- cazamos imágenes
de rocas o cristalizaciones es más difícil entrever el safari. Ahora
bien, a veces estas rocas y cristales se encuentran escondidos en un rincón
remoto del mundo subterráneo. Entonces capturar una imagen de éstos cobra, de
nuevo, la fisonomía de un salvaje safari. Es por eso que algunos antiguos exploradores
del mundo subterráneo se convierten, llegado el tiempo, en fotógrafos. El reto
ha cambiado pero sigue siendo un reto.
Desde hace muchos años intento hacer fotos que
reflejen la belleza del paisaje subterráneo y sus detalles. Sin embargo si ya
me resulta difícil realizar una buena toma a la luz del día, cuando estoy entre
sombras y luces duras -en una galería o en una sala- es muy difícil plasmar lo
que mi ojo percibe. Por eso la iniciativa de Espeleofoto es digna de
alabanza doblemente: primero por afrontar con paciencia la dificultad de
enseñar las técnicas y materiales necesarios para realizar una buena toma. Y
segundo, pero tan importante o más que lo anterior, la generosidad de decidir
compartir conocimientos que han sido aprendidos con esfuerzo de
ensayo y error a lo largo de años. Y que en definitiva podrían significar -para
unos pocos- un beneficio económico o, simplemente, cierta dosis de prestigio.
Me apunte al cursillo de fotografía en Soncillo por
varias razones. Aparte de aprender a hacer fotografías subterráneas, la
principal razón fue que conocía a un miembro de Espeleofoto desde
hace bastante tiempo. Había seguido una trayectoria en los últimos años que le
había llevado a realizar fotografías de una gran calidad. Esto me animó a
apuntarme y también el hecho de que fueran varios miembros de mi club: Carlos,
Alicia, Juan y Nacho. Parece claro que la fotografía subterránea suscita un
interés renovado. Además desde que las cámaras digitales dominan la situación
hemos visto como se potenciaba la capacidad de realizar lo que nuestro ojo
percibe o la foto que imaginamos. Seguramente veremos como se multiplica, en los
próximos años, el número de fotógrafos subterráneos y la calidad de sus
trabajos.
El Albergue de Soncillo es un lugar excelente para
realizar un cursillo de este tipo. Poco después de las diez nos reunimos en un
aula acogedora y se formaron tres grupos: uno de iniciación a la fotografía
subterránea, otro de paisaje y panorámica (en teoría el más avanzado) y un
tercero, que dirigió Rupo, de fotografía de distancias medias/detalle. Me
apunte a este tercero porque consideré que si uno no es capaz de iluminar
adecuadamente un entorno de cinco metros menos lo será de fotografiar una gran
sala de cincuenta o cien metros.
Nos movimos hasta Puentedey y por una pista,
apta para turismos, ascendimos unos pocos kilómetros por Sierra Llana hasta las
inmediaciones de la Cueva del Paño. El ambiente era primaveral, pero muy frío
para mediados de Mayo. Nos cambiamos de indumentaria junto a los coches y al
borde de un hermoso campo de cereales. Desde aquí hasta la cueva sólo tuvimos
que caminar diez minutos por una senda entre encinas. Hacía sol y como los
preparativos se prolongaban me tumbe junto a la sombra de una encina a soñar
plácidamente.
Una rampa embarrada que podría destreparse con
sumo cuidado y un pequeño pozo instalado con una escalerilla nos depositaron en
una galería mediana. Dejando todos los talabartes de progresión vertical
continuamos por un sistema de laminadores que enseguida nos condujo a la
galería principal de la cueva. En ésta las formaciones en techo, paredes y
suelo se suceden sin pausa: es una cueva muy concrecionada y de una belleza
notable.
La primera foto se realizo cerca del comienzo de la
galería: cada cursillista realizo una foto disparando bastantes tomas para
buscar la mejor iluminación. Una estalagmita particularmente llamativa me
sirvió como tema y como elemento humano posó Blanca, la única chica de los
cinco cursillistas. Un poco más allá fotografié un conjunto de gours rodeados
de corales. De nuevo fue Blanca la humanidad en la roca. Después nos
trasladamos a una zona más lejana, cerca del final de la galería. Allí cada
cursillista volvió a realizar, por turno, una foto con todas las tomas que
fueron necesarias. Los flashes se recolocaban y se graduaban varias veces bajo
la dirección de Rupo. Con todo esto se nos hicieron cerca de las ocho de
la tarde. Así que nos pusimos en marcha para salir.
Fuera era de día aún. Incluso después de las esperas
para que todos llegaran a los coches y al Albergue seguía siendo de día. La
hora de cenar (por cierto: nada especial la cena del albergue) se convirtió en
una ocasión ideal para entablar relaciones sociales y formular proyectos para
el futuro próximo. Mientras el resto de cursillistas se quedaba a trabajar el domingo
con el retoque fotográfico yo y Nacho nos bajamos esa misma noche hacia
Cantabria. Seguía haciendo un frío especial para ser Mayo.
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