Llegamos a Murillo y aunque el día es gris, por lo menos no llueve. Seguimos el indicador a la ermita de la Virgen de Liena. A los 300 metros, en el siguiente indicador a la ermita, tomamos a la derecha un amplio camino de tierra. Ya en la pista, accesible con cualquier vehículo aunque un tanto pedregosa, pasamos por delante del muro de una casa y más adelante llegamos a dos balsas artificiales. La pista pasa ahora a ser de tierra y como las recientes lluvias la han dejado muy embarrada decidimos aparcar al lado de la segunda balsa. Ya a pie, y con las botas llenas de barro, continuamos hasta que nos topamos con un barranco. Unos metros más atrás y antes de llegar a una curva muy cerrada a izquierdas sale una pista señalizada con un hito y triángulos rojos y amarillos que nos encontraremos durante toda la travesía. La pista rápidamente se convierte en una pequeña senda que va a parar al pie de la Cueva Calva, una formación característica de Peña Rueba.
Un poco antes de la cueva el sendero se bifurca, si tomábamos el camino de la derecha subiríamos por la Ferrata de la Mora, pero nosotros seguimos a la izquierda, camino de la Ferrata Varela Portillo.
La aproximación a la Ferrata Varela Portillo es larga. Desde la Cueva Calva seguimos al norte rodeando Peña Rueba tendiendo a ir siempre a la izquierda. Perdemos altura para cruzar un barranco y subimos por la loma de enfrente hasta llegar a unos paredones inclinados y lisos. Aquí damos con el paso natural de la Faja Varela-Portillo.
El camino gira bruscamente al este donde tenemos visible al fondo un espolón, inicio de la ferrata y la cresta de Peña Rueba. Ya tan solo nos falta caminar por un prado y subir por un pronunciado pedregal hasta encontrar a la derecha las primeras grapas después de una hora y media de aproximación. Nos ponemos el arnés un poco temerosos con respecto al tiempo, pues el cielo cada vez es más negro y amenaza con lluvia.
La vía se inicia por un espolón y una placa bastante verticales, pero bien equipados con cadenas y alguna grapa. Algún paso un poco largo nos obliga a salir a la roca buena de conglomerado. En esta zona, la más compleja de todo el recorrido, es cuando la lluvia hace apto de presencia, obligándonos a ponernos los chubasqueros. Alternando pasos de escalones y cadenas accedemos a la espectacular cresta, justo a tiempo de echar una mirada a la otra parte del valle, pues en escasos minutos la niebla y las nubes lo han cubierto todo, no dejándonos disfrutar de las impresionantes vistas que debe de haber desde el lugar.
Si bien teníamos intención de realizar una segunda vía ferrata en Riglos, la lluvia nos echó para atrás en nuestros planes, decidiendo volver poco a poco para el camping haciendo algo de turismo, visitando entre otras cosas el bonito pueblo de Ansó.
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