Domingo 1 de junio, después del desayuno y recoger todo el material nos vamos despidiendo de nuestros compañeros, aunque no nos pudimos despedir de todos, pues habían marchado a realizar actividad o estaban en las proyecciones. Realizamos unas últimas compras de material en el estand de explora online y rápidamente ponemos rumbo hacia Caldas de Luna para descender el Pincuejo.
Este barranco lo descendimos Alicia y yo hace tiempo, personalmente tenía mal recuerdo de él, no se si por ir con pocas horas de sueño después de salir de currar o por haber ido con unas expectativas muy altas. Esta opinión cambió al acabar el descenso, pues realmente es un bello cañón con altas paredes de caliza que te rodean en todo momento.
Preparamos el equipo en mitad del pueblo, bajo la atenta mirada de algún lugareño con quien llegamos a charlar un rato, e iniciamos la larga pero bonita aproximación a la cabecera. Lolo ya está recuperado de su dolor de espalda y junto con Chus nos dejan atrás en las rampas iniciales de subida. Ali, Fonso y yo nos lo tomamos con más calma, volviendo a juntarnos en el camino de bajada, en donde encontramos un paisano que tenía muchas ganas de charla. Al final, después de un buen rato hablando, "el más salao" interrumpió la charla para que no se nos hiciera muy tarde.
Llegamos al cauce sufriendo los pinchazos de los escajos en nuestras piernas, nos preparamos y comenzamos el descenso. Encontramos una primera zona con bastante maleza, que en algún momento llega a molestar. Pronto encontramos los primeros rápeles.
Continuamos el descenso y nos adentramos en el tramo encañonado del barranco, en donde nos encontramos un chivo muerto en mitad del agua. Las altas paredes nos rodean, haciendo imposible cualquier escape, encontrando rápeles de pequeño tamaño y con pocos metros de separación entre ellos.
Nos encontramos un grupo en este tramo encañonado, alguno de ellos amigo de Lolo, así que realizamos el resto del descenso con ellos.
La zona encañonada termina, dando paso a una zona de río plagada de maleza, realizando el avance por un sendero en el margen derecho que nos lleva al último rápel. A partir de aquí tan solo nos queda un cómodo caminar hasta llegar de nuevo al puente que cruzamos en la aproximación.
Comemos bajo un sol de justicia antes de emprender el camino de vuelta a casa, no vamos a descender el resbaladizo Cacabillos, no estamos por la labor, ¿nos estamos haciendo viejos? De todas maneras nos marchamos para casa con el buen sabor que nos dejo la concentración de Vegacervera, a la que si es posible volveremos el año que viene.
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