Después de la paliza del
día anterior decidimos descender un barranco cercano a nuestro alojamiento en
Beceite, escogiendo el Barranco de Les Palanques. Desde el pueblo seguimos los
carteles que indican al Parrissal hasta llegar a una zona con amplio
aparcamiento al final de la pista, pero antes tuvimos que pasar por caja y
pagar al acceso a esta zona.
La mañana era algo fresca y como
pensábamos que debíamos cruzar a nado el río Matarranya en algún punto,
decidimos ponernos el peto del neopreno. Comenzamos a caminar remontando
el río por el frecuentado sendero bajo la atenta mirada de los turistas
que nos miraban extrañados.
Cruzamos el río en varias ocasiones,
pero en ningún momento tuvimos que nadar, pues el sendero tiene
instalados tramos de pasarelas para evitar mojarse en sus frías aguas.
Un centenar de metros antes de llegar
al Estret o Gubies del Parrissal, donde se cierran las paredes, a mano
izquierda vemos una pintada que indica "pas Romaret" senda que
cruza por arriba el congosto de l'Estret. En este punto finaliza el descenso y
comprobamos que el salto final, de 40 metros, llevaba agua.
Seguimos la senda del Romaret, de
fuerte subida, para más adelante perder un poco de altura por unos escalones
metálicos (tipo ferrata). En pocos metros cruzamos el cauce del Barranco de Les
Palanques y seguimos subiendo, disfrutando de unas vistas espectaculares.
Mas adelante llegamos a un pequeño
collado donde la senda empieza a descender otra vez hacia el Matarranya, pero
nosotros nos desviamos a la izquierda y seguimos subiendo siguiendo los hitos
de piedra y algún punto azul de pintura. Poco a poco nos elevamos con unas
impresionantes vistas sobre el laberinto de agujas calcáreas que forman el
Parrissal.
Hay un punto que requiere una fácil
trepada por una canaleta de unos 15 metros, encontrando una cuerda para
facilitar el paso. Alguna corta trepada más y salimos a una explanada conocida
como "pla de les culebres", viendo en la depresión que tenemos a la
izquierda una gran colada de toba, primer rápel del barranco. Damos un
pequeño rodeo subiendo, siguiendo los hitos hasta encontrar un buen lugar por
donde bajar al cauce del barranco y comenzar el descenso.
Del barranco poca cosa
que contar, lo mejor las espectaculares vistas que se tienen y las curiosas
cascadas de toba que encontramos.
Una sucesión de rápeles,
sin apenas tiempos muertos, nos van devolviendo de nuevo al fondo del cañón,
encontrando por el camino un buitre muerto en mitad del cauce, que
afortunadamente aún no estaba en estado de descomposición.
El último rápel es el más
bonito del descenso, una cascada de 40 metros que realizamos bajo la atenta
mirada de varios turistas que se dirigían a los estrechos.
Una forma diferente de disfrutar los paisajes del Parrissal, como siempre muy buenas fotos. ;)
ResponderEliminarEspectacular el Parrissal visto desde lo alto. Gracias Chus.
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