El 31 había asamblea del club. Tenía varios temas que me obligaban a asistir.
Sin embargo llegué media hora tarde porque andaba liado la tarde del viernes.
Ya estaban enzarzados. Se discutía acerca del préstamo de equipos personales.
En general se hablaba en tono alto, tono que iba elevándose progresivamente. Se
interrumpían unos a otros, quitándose la palabra o sencillamente escuchándose
solo a sí mismo. El problema de fondo parecía ser un pique por que no se presto
a los amigos de Oscar (el argentino) unos equipos personales. Siempre pasa
entre los latinos –todas las nacionalidades incluídas- el creer que la norma está hecha para que los demás la
cumplan y uno mismo se la salte (yo no me excluyo) Sobre todo si eres amigo del
jefe. Luego había otro pique por unas cuerdas. Luego otro pique por un
malentendido en la organización del orden del día. Luego otro pique por la
manera de organizar y dirigir el curso. En particular por la manera de tratar a
los colaboradores de los cursillos. Sin embargo a pesar de la cantidad de
tensiones/piques francamente creo que el club está mejor que nunca. Hay mucha
gente joven y no tan joven con la ilusión de explorar y conocer cuevas. Hay
energía vital. A mi parecer el desarrollo de la asamblea fue una dinámica
grupal de lo más saludable. Y en mi opinión lo mejor que podrían hacer los
miembros que han abandonado recientemente el club es volver. Un club con muchos
miembros activos puede ser mucho más poderoso a la hora de cambiar el panorama
de la espeleología en la dirección correcta: CONSERVACIÓN con mayúsculas y
gestión eficaz (coordinación institucional) del Patrimonio Subterráneo.
Por otra parte había ido al club con la
esperanza de conseguir compañeros para balizar cerca de la Sala de Fisc una
zona de gours someros. Me parece un interesante experimento intentar
recuperar el aspecto original de esos gours. Espejos grandes en el suelo
reflejando los techos cuajados de formaciones gravitacionales. Cuando ya
parecía que no había remedio se apuntaron Alicia, Carlos y Carmen. Un equipo
perfecto para esta tranquila actividad. Como el tiempo se prometía muy frío y
nivoso quedamos a eso de las diez y cuarto. El viernes acabamos muy tarde de
discutir/hablar/dialogar/insultarnos/disculparnos/lo que sea y no preparé nada
para la salida. Tomé la pequeña taladradora en préstamo. Por la mañana corte
estacas de fibra de longitudes 20-33-50 en número suficiente para
que no faltasen. Caps de tubo había suficientes e hilo también.
Ultime los carteles, aunque el tipo de pegamento no me pareció suficientemente
fiable. Por si acaso había que hacer muchos agujeros lleve mi taladradora. A la
hora convenida nos montamos en la furgoneta de Ali y nos fuimos por
Ramales/Soba. En el entreacto tuvimos entre las manos un libro de descenso de
cañones y otro de actividades deportivas al aire libre (este último
subvencionado, puede conseguirse en información turística de Ramales)
El tiempo estaba poco acogedor: mucho frío, humedad y
nieve caída. Suerte que con la furgoneta el proceso de cambiarse de
indumentaria es más llevadero. Sea como fuere conseguimos prepararnos,
acercarnos e ir pasando las pequeñas dificultades de las galerías iniciales. El
lago estaba bastante alto y por poco se me llenan las botas de agua. A pesar de
la falta de experiencia en el proceso de colocación de las estacas, en este
caso la dificultad fue mínima y el trabajo se hizo sin ninguna complicación.
Pusimos un cartel bien visible (pero desviado de la zona lo suficiente para que
no provocase impacto visual) Sería bueno que los carteles fuesen oscuros con
letras claras. De esta forma casi no se notarían.
Las galerías que se prolongan hacia el sur desde la
Sala del Fisc contienen abundantes formaciones y rincones espectaculares.
Carlos hizo trescientas fotos. Prácticamente visitamos todos los rincones
visitables. Además la zona se notaba más templada y seca que la confluencia
con Alizes.
A las tres nos fuimos hacia la calle. Había mejorado el tiempo
dejando una paisaje nevado a partir de la altitud en que estábamos. El blanco
contrastaba con la brillantez de los verdes y de los pardos otoñales. Escogimos
la opción de comer en el bar Coventosa, cosa que no hacía desde hace
varios años. Comimos lo típico: cocido montañés. Con eso hubiera sido
suficiente pero Carlos y Alicia tenían más apetito y pedimos un segundo plato.
Acabe morado de tanta comida. Para la próxima lo tengo claro: sólo cocido…
Un buen trabajo que hay que continuar. Bonitas fotos
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