Presentación

Este es el blog de Carlos y Alicia, en donde os mostraremos las salidas a la montaña que realicemos solos o con nuestros compañeros y amigos.

martes, 29 de noviembre de 2011

Cueva del Molino Canal. Bejes


Sábado 26. Hemos quedado a las once de la mañana  para ir a pasar el fin de semana a la comarca lebaniega. Nos juntamos en Sarón Oscar, Naghy, Jesús, Alicia y yo. Una vez hechos los saludos de rigor, nos dirigimos hacia Bejes, para realizar lo que será la primera actividad del fin de semana, la visita a la Cueva del Molino Canal.
Llegamos a este bello pueblo, perteneciente al municipio de Cillorigo de Liébana, aproximadamente a la una del mediodía, y decidimos que es una hora muy buena para comer algo, y así no tener que cargar con mucha comida en la cueva. Sacamos las viandas y nos ponemos a comer a la entrada del Barrio de La Aldea, junto al puente que cruza el río Corvera. La temperatura es muy buena y se agradece mucho los rayos de sol que caen sobre nosotros.
Una vez hemos acabado de cambiarnos, nos dirigimos hacia la boca de la Cueva del Molino Canal. Seguimos un sendero que va por el margen derecho del río Corvera, siguiendo las canalizaciones subterráneas que nos conducen directamente a la boca, después de  unos 20 minutos de aproximación. El caminar junto al cauce de este barranco, me está poniendo los dientes muy largos, una pena el que no se pueda realizar.
Sabemos que la cueva tiene un curso activo, llevamos los neoprenos en la saca, pero nadie se le ha puesto en la aproximación y tampoco lo hacemos en la entrada. Confiamos en poder esquivar el agua.
Poco a poco vamos entrando en la cueva por un tubo a presión. Unas tuberías  de gran tamaño nos acompañan en nuestro recorrido y dificultan la entrada, hasta llevar a un pequeño lago. Estas tuberías son utilizadas por el pueblo de Bejes para la captación del agua.
En el lago nos topamos con la primera dificultad seria, hay que superar la poza de la mejor manera posible, sin mojarse mucho, pues nadie quiere ponerse el neopreno, confiando en que el agua pronto nos abandonará. Unos lo pasan por el lado izquierdo, bordeándolo, otros lo hacemos ayudándonos un poco de las tuberías, y salimos bastante bien parados de este paso.
Superamos ahora una pequeña cascada que da acceso a un meandro activo y estrecho con un paso sifonante. Buscamos alguna alternativa para no pasar el sifón, pero no hay nada. Allí estamos los 5, en ese estrecho e incomodo meandro con nuestro precioso neopreno en la saca. Alicia decide sacarle y darle uso. Es ella quien pasa el sifón y nos cuenta un poco lo que nos espera a continuación.


Nos entran dudas de que hacer. Oscar y Naghy  no están por la labor de ponerse el neopreno en ese incomodo lugar, y deciden que van a ir saliendo hacia el exterior. Jesús y yo dudamos que hacer, si ponérnoslo o pasar a pelo. Al final decidimos pasarlo a pelo, eso sí, después de soltar un par de gritos y acordarnos de la madre del sifón.
Hemos superado el sifón y el meandro sigue con las mismas características, hasta llegar a una pequeña sala de paredes blancas, que los exploradores llamaron Sala de la Mantequilla. De esta sala parte un nuevo trazado de meandro desfondado que sigue activo. En él encontramos un pasamanos que ayuda en la progresión. El paso es en oposición y  bastante jodido. A mis dos compañeros les cuesta superarlo, e incluso Chus nos da un pequeño susto al dar un resbalón, quedándole la nariz pegada a la pared. Luego lo paso yo con bastante soltura, y claro, me dicen que me lo han puesto a huevo, que ya les he visto como lo hacían ellos. Después tenemos que hacer alguna trepada y superar una zona estrecha de meandro para dar por fin vista a La Cascada.
La Cascada es realmente bonita, y se supera mediante una cuerda de 18 metros que hay instalada. Uno a uno vamos superándola hasta llegar a la parte superior de ella. Cuando estoy llegando a la altura de mis compañeros, Alicia me dice que el meandro continua, y que cada vez es más estrecho. La progresión es bastante lenta, y pensamos en Oscar y Naghy que han salido hace ya un buen rato. Así que decidimos volver a bajar e ir saliendo para reunirnos con ellos. Bajo yo el primero, y desde la base de la Cascada, en donde me estoy quedando como un tempano, veo como baja Jesús. Luego lo hace Ali, y poco a poco vamos volviendo sobre nuestros pasos. Ahora el pasamanos es descendente y no nos cuesta tanto superarlo. Llegamos al sifón y otra vez a darnos un buen remojón, para poco a poco ir camino de la salida.
Cuando llegamos a la boca esta anocheciendo, nos hacemos unas fotos de rigor y emprendemos rapidamente el camino de regreso, pues si nos quedamos parados nos entra la tiritona.
Llegamos en poco tiempo al coche, en donde nos esperan Oscar y Naghy. Nos cambiamos mientras les comentamos como nos ha ido en la cueva, y comentamos que tenemos que regresar algún día, pero ya mentalizados de que hay que ponerse el neopreno desde el comienzo y traer también  las botas de barrancos.
Sin perder tiempo cogemos dirección Potes, en donde tomaremos un chocolate caliente para entrar en calor, o una buena cerveza para recuperar líquidos, mientras esperamos que llegue Mónica para unirse a nosotros. Una vez estamos todos juntos nos dirigimos hasta Lon, donde pasaremos la noche en la posada Peñas Arriba.
Después de una buena ducha caliente, una suculenta cena y una larga sobremesa, en donde cayeron un par de botellas de crema de orujo (melón y cerezas), nos vamos recogiendo poco a poco, pues mañana nos espera otra larga jornada, esta vez de senderismo.

       

martes, 22 de noviembre de 2011

Barranco Sintxita

 

Durante toda la semana el tiempo había sido muy bueno, con unas temperaturas que rondaban los 20 grados, a pesar de estar a mediados del mes de noviembre. Así que teníamos que aprovechar este buen tiempo y descender, quien sabe si el último barranco de la temporada. Para el fin de semana las previsiones meteorológicas ya no eran tan buenas, dando un leve empeoramiento del tiempo.
A las 8:30 horas del sábado nos presentamos en Solares Carmen, Jesús, Alicia y yo. Efectivamente el día ya no es tan bueno,  el cielo está cubierto de nubes, aunque también se ven zonas con bastantes claros. Allí nos encontramos con Antonio que está esperando a Pelos y Sergio para ir a visitar  la Cueva de la Hoyuca. Charlamos un rato con él, mientras les concede un tiempo de cortesía. Le comentamos nuestros planes, ir a bajar el Barranco Sintxita en Vizcaya. Pasados unos minutos Antonio decide que se marcha, pues ha quedado con la gente del Espeleo 50 y no quiere llegar tarde. Nosotros hacemos lo mismo y cogemos dirección Bilbao.
A pesar de ser tan solo cuatro los que vamos, decidimos llevar dos coches, pues en la reseña pone que es aconsejable llevar dos vehículos. Carmen, que ya ha realizado este descenso, no recuerda si lo hizo con uno o dos coches, y como queremos acabar pronto la jornada, no nos la jugamos y llevamos los dos.
Camino de Bilbao el tiempo es cada vez mejor. Pasamos esta población y nos dirigimos hasta el municipio vizcaíno de Orozco, en donde cogemos la carretera BI-3513 hasta el Barrio de Ibarra. Allí un nuevo cruce nos lleva por la BI-4514 hacia el Barrio Usabel (Usabel Auzoa). Es en este barrio donde tenemos que desviarnos a la derecha para acceder a la cabecera del barranco, pero continuamos un kilómetro aproximadamente hasta encontrar a nuestra derecha una pequeña explanada en donde poder dejar el primer coche. Unos metros más arriba sale una pista por la que más tarde volveremos.
De regreso al Barrio Usabel, cogemos la pista que va hacia el Parque Natural del Gorbea. Se pasa un puente que atraviesa el río Atxuri y seguimos la pista cementada junto a un canal. A unos 800 m de este punto, la pista atraviesa el Arroyo Alarrieta. A unos 2 kilómetros dejamos a nuestra izda. una caseta y un poco más adelante encontramos dos pistas enfrentadas. Allí es donde dejamos el segundo vehículo. Nos cambiamos y seguimos por la pista de la izquierda, para al cabo de unos 10 minutos encontrar el barranco.
El Barranco Sintxita está excavado en caliza y es de caudal permanente. Son algo mas de las 11:15 cuando comenzamos a descenderle. A los pocos metros de entrar en el río nos encontramos con el primero de los rápeles de 6 metros de altura. A continuación le sigue otro de 22 metros, en cuya base encontramos numerosos troncos caídos, y es que esta es la tónica del barranco, en donde nos encontraremos multitud de arboles caídos, que en algún rápel molestan bastante.


Continuamos andando por una zona de cauce abierto hasta encontrar la tercera dificultad, un modesto rápel de 6 metros. Después entramos en una primera zona encañonada en donde tenemos dos rápeles seguidos de 8 y 15 metros respectivamente.


Una serie de resaltes nos llevan al plato fuerte del barranco, un pasillo encañonado en donde nos encontramos un rápel de 35 metros (según la reseña, aunque a mi me parecen muchos menos). Superado este rápel el pasillo continua hasta el siguiente salto de unos 7 metros, al cual se accede por un pasamanos. Reequipamos la instalación con un maillón, pues no lo tiene y para abajo. Es en la base de este salto, cuando veo asomar algo entre unos troncos y un montón de piedras. En un principio creo que es un diente de jabalí, pero al acercarme y tirar de él este no sale. Retiro alguna piedra y entonces veo que se trata de toda una cornamenta de venado.

   
Pensamos que hacer con nuestro trofeo de caza, dejarlo allí, llevarlo al club, etc. A mi no me apetece cargar con ella lo que queda de barranco, pero Carmen parece que esta interesada en llevársela para casa. Así que después de echarnos unas risas y unos fotos, es Carmen quien va a cargar con ella durante el resto del día. A partir de aquí el barranco se abre y ya tan solo nos queda caminar por cauce abierto, superando numerosos resaltes y algún que otro rápel de poca importancia, hasta salir del barranco por una pista a la derecha. De esta zona, lo más destacado es ver como se  las apaña Carmen para llevar la cornamenta. Un espectáculo el verla bajar los numerosos resaltes y pequeños rápeles. Si señor, unos "cuernos bien llevados".
Una vez en la pista, nos ponemos a caminar hacia el coche, y en apenas 10 minutos estamos junto a él. Nos ha llevado el descenso unas 3 horas y media de coche a coche. Jesús y yo nos vamos a buscar el otro vehículo, y a nuestra vuelta nos ponemos a comer sentados junto a la carretera, bajo un sol que hace que la temperatura sea muy agradable.
Llega la hora de ir regresando a casa, habiendo disfrutado de un barranco muy bonito en su primera parte, pero que se hace algo pesado y pierde bastante interés en su parte final.

       


Os dejo un vídeo que realizó José Miguel cuando fueron a descender el barranco en el año 2007.

       

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Pasá del Picayo.




El viernes en el club no sabemos a donde dirigir nuestros pasos. Visitar una cueva, un barranco o realizar algo al aire libre, puesto que los pronósticos del tiempo son buenos. Al final y tras pensarlo un buen rato nos decantamos por hacer algo de senderismo, e ir a caminar por la Pasá del Picayo. 
Hasta el año 1991, la carretera no llegó a Tresviso. Hasta entonces, a la aldea colgada sobre el desfiladero de La Hermida se subía por dos caminos que competían en dificultad. El más antiguo, que llegaba hasta Tresviso desde San Esteban de Cuñaba, atravesando los rincones más agrestes de la Sierra de Cocón, quedó abandonado cuando una empresa  minera  construyó el camino por la Canal de Urdón. Sus muriaos (muros) y calzaos de piedra se desmoronaron, sus armaos de madera se pudrieron, y los sedos se volvieron impracticables. El camino se convirtió en una ruta peligrosa que casi nadie se atrevía a utilizar. Hace unos pocos años, el Parque Nacional desbrozó la perdida senda, reconstruyó sus armaduras. Aseguró con cables los pasos más peligrosos y señaló el camino con marcas de pintura. Finalmente se le puso el nombre que tenía el tramo más aéreo, la Pasá del Picayo. 
A la salida nos apuntamos Mónica, Jesús, Alicia, Belén y yo. Ali y yo ya conocemos la ruta, pues la hemos realizado en dos ocasiones, una de subida y otra de bajada, y sin duda la recomiendo realizar en sentido ascendente. Quedamos en Puente San Miguel a las 8:30, en donde nos encontramos con David y Azu que se van a hacer un curso de socorrismo en río. Tras charlar un rato con ellos nos despedimos y cogemos dirección Urdón, en donde dejamos el primer coche, puesto que no volveremos por la Pasá, si no que bajaremos por la Senda de la Peña hasta Urdón. Con el segundo de los vehículos nos dirigimos hasta la localidad de San Esteban. 
Justo a la llegada del pueblo Asturiano de San Esteban de Cuñaba, vemos como un mini autobús deja a un grupo numeroso de adolescentes, así que nos damos prisa en cambiarnos y adelantarlos en la salida. Son algo mas de las 10.
El día es perfecto para caminar, hace una temperatura muy agradable, con unas nubes altas que no dejan pasar los rayos del sol, situación esta que se agradecerá en las empinadas laderas que tendremos que superar.
 Tomamos el camino hormigonado que sale del pueblo hacia el este entre castaños y algún acebo hasta que el hormigón termina. En breve abandonamos la pista para tomar el camino que sale a la izquierda para dirigirnos al área recreativa de Robicores, en donde hablamos lo bien que estaría hacer allí una buena barbacoa.
Desde este lugar hay que ascender hacia la riega Robicores, la cruzamos y seguimos por la empinada ladera oriental hasta una canal, por cuyo cauce seco ascendemos. Pasamos una serie de canales y collados hasta que abandonamos el bosque y subimos por una empinada canal hasta una zona rocosa algo húmeda en la que encontraremos el primero de los cables instalados por el Parque Nacional. 

A Belén y Mónica, esta primera parte se les está atragantando un poco, quizás no han entrado en calor todavía. Aún encontraremos otros dos tramos con cable antes de llegar a una pendiente herbosa desde la que vemos Rumenes y el río Deva. Y es que las vistas son muy buenas, porque las nubes no quitan nada de visión.
Ascendemos hasta una pequeña horcada, que da paso a una canal que nos conduce a la aérea Pasá del Picayo. Llegamos a la parte superior de este paso y aprovechamos para comer y beber  algo. Miramos hacia todos los lados, intentando adivinar los lugares que damos vista. Los más cercanos, el Casetón de la central de Urdón con su canal, el Cuetudave, Bejes, etc, y los más lejanos, el mar, las montañas pasiegas, etc.

Desde aquí, pasamos a la vertiente sur de la Sierra de Cocón. La ladera baja vertiginosamente hacia el Deva y provoca vértigo, pero gracias a unos cables podremos pasar sin miedo. En este paso nos encontramos con la placa que recuerda a una mujer Palentina que falleció en el año 2009, tras precipitarse unos 50 metros al vacío.  Después de algunas subidas y bajadas por un entorno salvaje, iniciamos una travesía ascendente hacia el oeste, con Tresviso ya a la vista. Llegamos así al Canto las Torcas, el punto más elevado de la excursión, y comenzamos a descender plácidamente hacia Tresviso donde nos tomamos un merecido descanso, disfrutando de una ración  de queso picón, cecina y otros manjares. Y es que  durante gran parte de la subida ese ha sido el tema de conversación, la ansiada llegada a Tresviso y poder comer el afamado queso, acompañado de unas buenas birras y kalimochos. La subida nos ha llevado unas cuatro horas, a un ritmo muy tranquilo, y eso que en cuanto Belén y Mónica entraron en calor y se pusieron en cabeza del grupo ya no había quien las adelantase.
Después de pasar un tiempo en este bello pueblo cántabro, emprendemos el camino de bajada por la muy conocida Senda de la Peña, bajo un sol que se ha animado a salir a media tarde. 

La construcción del camino Urdón - Tresviso se remonta a mediados del siglo XIX, una vez se conoce la existencia de cinc en el Macizo Oriental de Picos de Europa. En este periodo las empresas mineras empiezan a abrir vías de acceso necesarias para transportar el mineral extraído en las minas de Ándara hasta el cauce del río Deva, en el desfiladero de la Hermida, donde se cargaba en barcazas de fondo plano que lo conducían hasta Unquera. Una vez el mineral en Unquera, era cargado en buques para ser enviado a Belgica, Alemania y Reino Unido, aunque aveces era transportado en ferrocarril para ser embarcado en Santander.
El descenso del mineral desde Ándara hasta la Hermida, se realizaba tanto por el camino de Bejes como por el de Urdón. Es a raíz de la construcción de este último cuando se explotaron temporalmente unos indicios de sulfuros y carbonatos de cinc en los invernales de Prias, de los que aún quedan como testigos algunas bocaminas.
El mayor inconveniente de la explotación de estas minas fue el transporte del mineral, ya que Agustín Mazarrasa, director de las minas del mismo nombre y quien mando construir el camino de Tresviso a Urdón, prohibió la utilización de éste a la sociedad que explotaba las minas de Tresviso.
Para salvar este obstáculo se instaló un cable que, accionado por una especie de noria movida por bueyes, bajaba el mineral y subía los víveres y utensilios mineros.

A Jesús le han comentado que merece la pena hacer una visita a esta vieja explotación minera, y cuando llegamos a los invernales de Prias, él y yo nos desviamos del camino para encontrar las bocaminas. Entramos en la primera de ellas, sin linterna alguna, utilizando el pre flash de mi cámara. Allí nos encontramos con alguna estantería en donde los lugareños guardan los quesos para curarlos. A los pocos metros nos damos la vuelta y entramos en otra bocamina. En esta y a escasos metros vemos como una galería minera dá con un pozo natural, que tiene una entrada por el exterior. También nos encontramos con algún que otro murciélago. Al cabo de un rato oímos las voces de las chicas que han venido a buscarnos, pues estamos tardando mucho. Salimos al exterior y nos reunimos con ellas. Me ha entrado curiosidad sobre este pozo, y cuando regrese a casa tendré que indagar un poco sobre esta mina (Al llegar a casa compruebo que se trata de la Torca Mina de los Ingleses, explorada por un grupo Británico en los años 80).
Continuamos el camino de descenso por la senda, en donde en la zona de la Bargona nos encontramos con un grupo de chicos. Uno de ellos tiene una cojera bastante considerable por un problema en la rodilla, así que les damos una venda para que en parte le alivie el dolor y pueda culminar el poco trayecto que le queda hasta Urdón.
Seguimos descendiendo  y sobre las 17: 45 horas llegamos al final de la ruta, en donde tenemos aparcado el coche junto al río Deva. Hemos disfrutado de un buen día de senderismo, realizando una ruta preciosa y espectacular, pero es que las chicas todavía tienen ganas de fiesta, y aprovechando que es la Fiesta del Orujo en Potes, dicen que quieren ir  a dar una vuelta. La verdad es que no les cuesta mucho convencernos y después de subir a recoger el otro coche y hacernos un baño "checo", nos vamos hasta Potes, pero eso es ya otra historia.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Cueva 415 (Matienzo). Entusiasmados.

Crónica de Antonio (texto rojo) y Carlos (texto blanco)




 El domingo a las diez de la mañana miré la página web de Matienzo Caves y descubrí en una foto la posición de la 415. Los aguaceros continuaban amenazando y no había otra cosa mejor que hacer que espeleología. Inmediatamente llamé a Alicia y Carlos. Carlos se mostro encantado en volver a la carga. Quedamos en Solares a las once.


Llevábamos  un buen  rato en la cama haciéndonos los remolones, y es que el día no era muy bueno, amenazando lluvia, pero en cuanto Alicia me comunicó los planes de Antonio salté inmediatamente de la cama para comenzar a preparar las cosas. Llamamos a Jesús para ver si se animaba a repetir, pero ya había hecho planes. También llamamos a Paco, pero no fue posible localizarlo.

 Foto en mano y desde la bajada del Alto Fuente las Varas a Matienzo verificamos la posición de la 415.

Allí estábamos los tres, mirando la fotografía y observando lo cerca que habíamos pasado ayer de la boca. En teoría, hoy daríamos con ella. Nos dirigimos hasta la cabaña de los silos y comenzamos a bajar la empinada ladera.

 Esta vez no tuvimos problemas, después de apartar las hierbas y un lío de alambres apareció el agujero de mierda. Deje clavado el paraguas junto a la boca y me introduje con ansiedad mal disimulada. 


Tomo las coordenadas de entrada a la cueva, para que no nos vuelva a pasar lo de el día anterior en futuras visitas. Al igual que Antonio, me encuentro nervioso, y en la primera foto que tomo dentro de la cueva, veo como mi mano tiembla como la de un anciano.Intento tranquilizarme.

Tras una rampa y un destrepe delicado aterrizamos en una sala alargada.
 La cuerda de ascenso a la galería que continua la cueva está tan mal instalada como siempre.  Un roce, agudizado por el inevitable balanceo del espeleólogo que asciende, dicta una solución obvia pero que nadie se toma la molestia en realizar. Es el destino de los vagos. La próxima vez lo haremos… si es que nos acordamos. Finalmente lo harán aquellos a los que se les parta la cuerda.
 Unos divertidos pasamanos y un par de gateras nos depositaron en una amplia sala. Al final de la sala las coladas blancas decoradas con estalactitas y columnas -blancas también- nos llevaron a las fotos. Fotos y más fotos. En el vericueto de las excéntricas más y más fotos. Incluso con Carlos dudando en un laminador fotos y fotos. 

Y es que aún estoy nervioso, y el paso de tanta gatera no me está ayudando a relajarme. Cuando llego al laminador y veo como se introduce Antonio en un minúsculo agujero, me pongo aún mas nervioso. Retrocedo un instante, e incluso les digo a mis compañeros que continúen sin mi, que yo no paso.Al final logro tranquilizarme, y gracias a los ánimos y explicaciones por parte de Alicia, de como pasar este laminador realmente estrecho, logro superarlo.Ya estoy mas tranquilo, aunque toda la galería de las excéntricas  es de reducidas dimensiones, y continuamente hay que superar una gatera tras otra. Pero es que ver tanta concentración de excéntricas tan bellas relajaría a cualquiera.



Que algunas salieran mal no era problema. Derrochamos tomas fotográficas con la esperanza de que algunas fuesen verdaderamente buenas. Raramente me lanzo tanto. Seguramente es la carencia de espeleo fotogénica de los últimos meses. Necesitaba enzarzarme con las fotos. La proliferación de excéntricas de calcita lanciformes, espadiformes, estandarteformes, anudadas, anilladas, enlazadas, etc… atosigaba.
 Paramos un montón de veces. En cada parada un montón de fotos. Recordaba una excéntrica anudada en forma de ocho sin tocarse el nudo. Pero solo encontré un ocho que se rozaba. Problemas de memoria selectiva. Cada vez que recordamos algo lo recreamos a nuestra manera. Todos los días nos ocurre cien veces. Proust lo descubrió por sí mismo y lo expreso literariamente. Carlos, Alicia y yo teníamos hambre.



 De vuelta en la sala comimos tortitas de maíz, pan bimbo, maicitos, lomo ibérico del DIA, chorizo y discutimos acerca de la ibericidad de los cerdos. ¿Basta con que hayan nacido en España o es necesario que sean comedores asiduos de bellota? De cualquier forma un cerdo es un cerdo aunque formalmente hablaríamos de Sus Scrofa Domestica.  Poco después nos fuimos a ver más cueva.
 Una rampa con varias gateras nos llevo a una sala con cascada lateral cayendo del techo. Por un destrepe alcanzamos otra sala más grande. Más allá apareció una enorme galería en forma de cañón con un surco central serpenteante y estrecho. Aquí yo veo más posibilidades de continuación de las que exhibe la poligonal. Aún más allá trepamos casi hasta el techo por un caos de bloques con más posibilidades de continuación escalando en artificial. Por el fondo una zona laberíntica con multitud de desfondes que habría que mirar cuidadosamente.  En juego está una potencial conexión con la Torca del Mostajo.
 A las cuatro y media tiramos hacia la salida. Las arrastradas habían hecho el efecto adecuado produciendo cansancio de buena calidad en forma de dosis para varios días. En el camino encontramos varios chorros de agua que no existían hace unas horas. Nos esperábamos lo peor.  Y así fue, diluviaba en Matienzo. En las rampas de salida comenzamos a calarnos y cuando salimos al prado nos empapamos a conciencia. El camino de vuelta cuesta arriba y el proceso de cambiarse de ropa fue lo más duro de esta salida. Menos mal que Alicia puso la calefacción de la furgoneta en acción y durante la vuelta a Solares pudimos entrar en calor. Y de allí directamente a casa; sin dudarlo ni un instante. 



Cueva 415 (Matienzo). Humillados.

Crónica de Antonio (texto rojo) y Carlos (texto blanco)



     Lo de Cueva Vallina no se arreglo. Ni Sergio, ni Manu, ni Miguel (al que ni siquiera había avisado esperando un quórum que no se alcanzó)  iban a ir a Vallina. Quede con Miguel para revisar el enlace entre Cueva Riaño y La Hoyuca, vía Second River. Un grupo de cuatro espeleólogos del SCC iban a salir a la 415 ese mismo sábado.

 El viernes en la reunión del club, Alicia había convencido a Jesús y a Francisco para que nos acompañarán en esta salida. Quedamos a las 9:30 en Solares.
Una vez hemos metido todo el material en la furgo, tomamos dirección a Matienzo por la carretera que desde Emtrambasaguas se dirige hacia Riaño. En la entrada de esta localidad, les comento que el coche que acabamos de alcanzar y llevamos delante, creo que es el de Antonio. En el desvío para la Cueva de La Hoyuca, nuestras suposiciones se hacen realidad. Antonio ha conocido nuestra furgo y se detiene para charlar con nosotros. Hablamos de nuestros planes, y les invitamos a que nos acompañen en caso de que no puedan entrar en La Hoyuca si el río va crecido.

          Había llovido toda la noche del viernes y seguía haciéndolo el sábado. La cosa no pintaba demasiado bien para entrar en la parte activa de Cueva Riaño y menos todavía para aventurarse en la zona sifonante de Second River.  Así las cosas fuimos hasta la boca y comprobamos que el regato que alimenta la red de entrada de Cueva Riaño se había convertido en el Amazonas.  Decidimos unirnos al grupo de Alicia, Carlos, Paco y Jesús para entrar en la 415 de Matienzo. 

 Hemos llegado a Matienzo, y mas o menos hemos localizado el área donde se encuentra la Cueva 415. Para confirmarlo encendemos el GPS y nos dirigimos aún en coche hacia su boca. 

          Nos cruzamos con la furgoneta de Alicia y poco después estábamos aparcados en la carretera local cercana a la entrada.  Las nubes nos habían dejado un intervalo entre aguaceros que debíamos aprovechar para encontrar la boca.

 Para llegar a la cabaña y el prado en donde se encuentra la cueva, hemos tomado un desvío a la izquierda según subimos de Matienzo, dirección Busmartín, y al cabo de 600 metros nos encontramos con un cruce a la izquierda que se dirige hacia unas cabañas. En este cruce aparcamos los coches.

           Muy alegremente, y seguro de mi mismo, inicié la cortísima aproximación. Algo más de cien metros por la pista que va a la casa de los silos y unos cincuenta metros de bajada por el prado. Debí pasar a unos dos metros de la cueva pero el bardal de zarzas, ortigas y otras herbáceas me oculto la boca. Tenía un recuerdo erróneo del tamaño de ésta. Es mucho más reducida que la imagen que recordaba. El GPS de Carlos solo sirvió para enviar al resto de la tropa a una batalla sin sentido. Estaban fuera de juego antes de comenzar la búsqueda. 


  Alicia y yo decidimos fiarnos del GPS, ampliando así la zona búsqueda. Al principio Miguel también nos acompaño, pero luego decidió ir con el resto del grupo a la zona señalada por Antonio. Y es que como bien dice Antonio, estábamos no fuera de juego, estábamos en el banquillo, o  quizás no habíamos sido  convocados para este partido. Llegamos al punto que nos indican las coordenadas, y nos encontramos con un lugar lleno  de maleza, lleno de escajos, que en mi caso me llegaban  hasta los huevos. Decidimos olvidarnos del GPS y empezar a deambular de un lado para otro, esperando tener un golpe de fortuna.

          Barrí insistentemente el prado de arriba abajo y de izquierda a derecha sin resultados. Luego se sumo Miguel quien tampoco obtuvo de su esfuerzo nada. Por el camino hacia ningún sitio Alicia encontró una torca reseñada con algún número entre 0 y 3700. Un suerte ambigua.

 A las dos horas, con varios aguaceros a nuestras espaldas, tiré la toalla y me fui al coche. El resto hizo lo mismo poco después. Solo le costo abandonar a Carlos que se lo había tomado como un reto personal. Yo me sentía humillado. Cinco veces había estado en la 415 sin problemas -la última en el 2005- y ahora me hacía esta jugarreta. Para consolarnos nos fuimos a Casa Germán, en Matienzo, y dedicamos tres horas a comer. Comimos muchas cosas pero el cocido montañés fue la estrella. Los fritos, menestras, escalopes, solomillos, bacalaos y demás minucias no merecen más mención que el haber contribuido a los placeres gastronómicos.   

Pero es que todavía después de llenar bien la panza, Jesús, Paco, Ali y un servidor no teníamos la conciencia tranquila, y decidimos volver a buscar en una zona próxima a la cabaña de los silos, aprovechando que el cielo nos daba una tregua. El resultado fue el mismo. La boca de la Cueva 415 nos estaba esquivando. Así que decidimos marcharnos poco a poco para nuestros respectivos hogares.

Estaba claro que no era día para la espeleología.




miércoles, 2 de noviembre de 2011

Cueva de los Zorros (San Roque de Riomiera)


Con gran parte de los miembros del club en el curso de experto en la colocación de anclajes, el pasado sábado 29, nos fuimos Alicia, Belén y yo, hasta la localidad de San Roque de Riomiera para conocer la Cueva de los Zorros, pequeña cavidad de apenas 1.171 metros de desarrollo.
Para llegar a la cueva nos dirigimos hasta dicho pueblo, y tomamos la carretera que se dirige hacia el Portillo de Lunada. Después de dejar atrás el cruce que conduce a Selaya, y a unos 700 metros nos encontramos a nuestra derecha el Barranco Seco, en cuya margen derecha y a unos 50 metros sobre la carretera se encuentra la boca de entrada. Hay que tener cuidado y no confundir el Barranco Seco, con un primer arroyo que también  nos encontramos a la derecha según subimos.
Como el acceso a la boca principal (tiene tres entradas) por el margen derecho es bastante inclinado, decidimos subir por la otra ladera, por un pequeño sendero para ganar altura y posteriormente cruzar el barranco. De esta forma, desde la altura y en la otra ladera es fácil localizar la boca, pues en la entrada hay unos árboles que la señalan.



La boca de entrada es de unos 4x1 metros y desciende bruscamente, para al poco ramificarse en dos galerías. Nosotros tomamos primero la de la derecha, en donde nos encontramos en una pequeña repisa con una serie de calaveras, acompañadas de varias trampas, destinadas a capturar a saber que animal. También destaca la gran cantidad de basura que hay en esta primera parte de la cueva, basura que también se encontraron los primeros exploradores. Seguimos esta galería hasta que se cierra a unos 50 metros. Al principio estamos desorientados buscando una gran galería, pero al mirar la escala de la topo nos damos cuenta de que esa gran galería es donde nos encontramos. Entonces nos ponemos a reconocer las numerosas gateras que parten desde la galería, pero que no llevan a ningún lado. Decidimos retroceder y visitar el ramal de la izquierda, en donde en teoría nos encontraremos con formaciones y coladas, pero lo único que encontramos son gateras que se cierran o dan a minúsculas salas, en las que hay muy pocas estalactitas. Lo que si nos encontramos es un pequeño murciélago y un troglobio. Se podría continuar avanzando, aunque superando estrechas gateras, y no estamos mucho por la labor.


Ya es la hora de comer, y como la entrada esta muy cercana, decidimos salir a la calle para hacerlo, y así disfrutar del buen día soleado que hace. Cuando ya hemos saciado  nuestro apetito, volvemos a entrar, para terminar de conocer por completo lo que nos queda de cueva. Primero convencemos a Belén para que entre en un largo laminador que va a dar a una pequeña sala, y según nos comenta no merece la pena visitar. Y es que esta es la tónica de la cueva, bastantes arrastradas que luego no se ven recompensadas. Volvemos al ramal de la derecha para intentar localizar otra de las bocas de entrada. Localizamos la galería que nos llevaría a ella, pero hay un destrepe delicado y decidimos salir a la calle para localizarla desde el exterior. A escasos metros, en dirección al barranco y un poco por debajo del nivel de la otra entrada, encontramos esta pequeña boca.


Volvemos a entrar en la cueva siguiendo esta pequeña galería y a escasos 25 metros llegamos a la parte inferior del delicado destrepe. Decidimos que ya es hora de terminar la jornada e ir bajando hasta el coche, en donde tenemos una conversación con un lugareño que pasea con sus hijos. Nos habla de que él conocía la boca de entrada, pero que nunca pasó más allá de la rampa descendente, y nos enseña un agujero por el que dice que sale una gran corriente de aire. Efectivamente sale un buen soplo, Ali se vuelve a poner el casco y entra en la cueva, comentándonos que es imposible el paso para una persona y que el lugar está repleto de huesos de animales.
Nos despedimos de la familia, nos cambiamos y emprendemos el camino de vuelta a casa habiendo disfrutado de un día muy relajado de espeleología, en un entorno bello, aunque la cueva no nos ha causado una gran impresión.