Por todo esto, y por la cercanía al camping, fue el barranco escogido para descender el sábado día 7 de abril. Después de tener algún despiste en la aproximación, pues creíamos que el barranco terminaba en el puente que se cruza para ir a la famosa lavadora de Papuos, siendo en realidad donde se comienza, y gracias a las explicaciones de los monitores de una agencia de aventura, por fin nos cambiamos para descender todos los miembros de la expedición este modesto barranco. Ali y David han bajado un vehículo al final del barranco para luego subir a recoger el que dejamos en la parte de arriba.
Para acceder al cauce cogemos un sendero poco visible que comienza en la parte derecha del puente. Lo primero que nos encontramos son dos pequeños toboganes. El primer obstáculo de verdad se salva por medio de un sencillo rápel de 13 metros.
Después de la comida y como el sol sale timidamente, decidimos ir a dar un paseo. Los que el día anterior no fueron a visitar la Garganta de los Infiernos lo harán hoy, mientras Ali, Mónica, Chus y yo nos vamos hasta el cercano pueblo de Tornavacas, lugar desde donde parten alguna de las rutas señalizadas que existen por todo el valle. Al final cambiamos la idea que llevábamos y cambiamos de ruta, decidiendo hacer la que nos llevará a la Cueva de Santiago León.
Desde Tornavacas, comenzamos a subir por la calle Piscina, dejando las últimas casas por la pista de cemento. Tras unos 500 metros, se toma a la izquierda en descenso, un tramo del antiguo camino hacia la garganta de Calvarrasa. Ya en subida, retomamos la pista principal, hacia las Longueras y el Carpintero, dejando los posibles desvíos.
Tras pasar una puerta, la pista ahora de tierra,
remonta la ladera a la sombra del robledal en varias vueltas hasta finalizar en
un pequeño llano junto a unos cercados y corrales de alambre para manejo de
ganado. Estamos en Llanominguez y desde este punto, parte el camino de montaña,
que en suave subida sobrepasa el arroyo Banquillo y llega a la majada del
Tejadillo, donde se sitúa el refugio del Guerrillero Carlista Santiago León,
final de la ruta. Toda el sendero final la hago en solitario y en muchos puntos corriendo, y es que tenemos miedo que se nos haga de noche en la vuelta. Cuando llego a la altura de la cueva ( mas bien es un abrigo donde resguardarse) les indico al resto desde la lejanía que se acerquen, que por fin hemos terminado la ruta de ida. Y es que si hubiese estado un poco más adelante hubiese renunciado a seguir, dándonos la vuelta.
Las guerras civiles del siglo XIX originan un
florecimiento inusitado de guerrilleros en el valle, siendo Santiago León el último de ellos. El relieve quebrado con
imponentes elevaciones y profundas depresiones supone un terreno de juego ideal
para la práctica del bandidaje y las actividades guerrilleras, permitiéndoles
guarecerse en profundas espesuras, cuevas naturales, roquedos y otros
innumerables abrigos serranos.
Tras pasar unos breves instantes en el lugar, sintiéndonos como bandoleros (allí estaban el Algarrobo y el Estudiante) emprendemos a toda velocidad la bajada, llegando a Tornavacas justo cuando empezaba a oscurecer. Bajamos al camping, en donde Chus nos confirma con su "GPS" que nos hemos metido entre pecho y espalda 20 kilómetros en poco más de 4 horas, y es que el ritmo que llevamos fue muy alto.
Otra vez una nueva velada de cena y sobremesa antes de recogernos pronto a la cama, pues al día siguiente tocaba el viaje de regreso a casa. Durante el camino hacemos algo de turismo por El Barco de Avila, bajo un sol que no pudimos ver en todo el puente, y en donde vimos una interesante procesión. Mas tarde paramos a comer en un restaurante de carretera para sobre las 7 de la tarde llegar de nuevo a nuestros hogares, habiendo disfrutado de un puente en el que el mal tiempo fue el gran protagonista, pero que no nos impidió el pasar unos buenos días de vacaciones y hacer un buen puñado de barrancos.
Tras pasar unos breves instantes en el lugar, sintiéndonos como bandoleros (allí estaban el Algarrobo y el Estudiante) emprendemos a toda velocidad la bajada, llegando a Tornavacas justo cuando empezaba a oscurecer. Bajamos al camping, en donde Chus nos confirma con su "GPS" que nos hemos metido entre pecho y espalda 20 kilómetros en poco más de 4 horas, y es que el ritmo que llevamos fue muy alto.
Otra vez una nueva velada de cena y sobremesa antes de recogernos pronto a la cama, pues al día siguiente tocaba el viaje de regreso a casa. Durante el camino hacemos algo de turismo por El Barco de Avila, bajo un sol que no pudimos ver en todo el puente, y en donde vimos una interesante procesión. Mas tarde paramos a comer en un restaurante de carretera para sobre las 7 de la tarde llegar de nuevo a nuestros hogares, habiendo disfrutado de un puente en el que el mal tiempo fue el gran protagonista, pero que no nos impidió el pasar unos buenos días de vacaciones y hacer un buen puñado de barrancos.