La Hoz del Vau Azones es un barranco de la cuenca del Cares formado por la unión de varias surgencias kársticas en la cabecera del barranco. Hasta hace unos años era todo un desconocido, pero en la actualidad se ha convertido en uno de los descensos clásicos de la zona. Tiene rápeles, saltos, toboganes, zonas estrechas,etc, haciendo de él un descenso bonito y divertido. Por todo ello, fue el barranco escogido para realizar la actividad de cañones del 25 Curso de Iniciación.
Quedamos a las 9:15 horas en Puente San Miguel. De los cursillistas tan solo se apuntaron a la salida Modesto y Fabián, pero formábamos un grupo muy numeroso. También se apuntaron Oscar, Naghy, Azu, Fernando, Julio, Fran, Matias, Jesús, Alicia y un servidor. Cuando salimos dirección Unquera para alquilar los neoprenos que nos faltaban, llamamos a Lolo, que irá directamente hasta Arenas de Cabrales.
El día no puede ser mejor para la practica del barranquismo, disfrutando de una temperatura más que primaveral, pero tenemos dudas de si la semana anterior habría llovido lo suficiente como para que el barranco fuera alegre de agua. A nuestro paso por el final del barranco, vemos como desde el coche se aprecia tan solo un pequeño chorro de agua, pero ya no cambiaremos el plan.
Llegamos justo a la vez que Lolo a Arenas, y sin retrasarnos más nos dirigimos por la pista que corre pareja al río Cares por la orilla izquierda, hasta llegar al cruce de caminos por donde luego volveremos. Allí dejamos los coches, nos cambiamos y nos ponemos a caminar. Por delante tenemos una aproximación de unos 45 minutos.
Cuando la pista acaba cogemos un sendero que atraviesa un pequeño bosque, que al poco enlaza con un camino ancho y bien conservado con armaduras, que se dirige a los invernales de Nava. El camino cada uno lo hace a su ritmo, llegando con cuanta gotas al puente donde comienza el descenso. Lolo decidió imponer un ritmo fuerte en la subida y Fabián quiso seguirle como pudo (no sabía donde se metía) llegando los primeros. Luego lo hacemos Ali y yo, y poco a poco el resto del grupo. Después de hacer un pequeño descanso y ponernos el neopreno comenzamos con el descenso sobre las 13 horas.
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La primera parte del barranco es abierta y consta de grandes rampas y resaltes. En ella montamos hasta tres rápeles antes de ponernos a comer justo al pie del tercero de ellos. Todavía en terreno abierto montamos un cuarto rápel, antes de llegar a una importante surgencia a la derecha que aporta buena parte del caudal. Entramos en el primer tramo estrecho del barranco, en donde encontramos otros tres rápeles más, y en donde resulta imposible evitar alguna marmita de agua muy fría, que hace más divertido el barranco.
Posteriormente el barranco vuelve a abrirse, antes de volver a encajarse en el precioso estrecho final. Este tramo se caracteriza por poseer numerosos rápeles encadenados, con marmitas en la base de cada uno de ellos. Esta es la parte más espectacular y divertida del barranco.
Cuando esta parte se abre, nos encontramos de frente las aguas del Cares, lugar donde termina la aventura.
Son casi las seis de la tarde, y sin más espera cogemos un sendero por la orilla del río, que al poco se convierte en pista y se dirige al cruce en donde tenemos los coches aparcados.
Este camino nos lleva una media hora, y en él tenemos la principal anécdota del día. Cuando estamos llegando al vehículo vemos a un señor que nos saluda (o eso creíamos) desde un prado cercano, incluso Julio le devuelve el saludo, otros ni siquiera lo vieron. También vemos a Azu, que ya había llegado al coche, como se dirige pista arriba. Al llegar al cruce nos encontramos con una señora que nos dice que su marido se encuentra mal, y sin dudarlo van a ayudar a Azu, Alicia, Modesto y Fabián. Al poco vuelven ayudando a caminar al señor, de 86 años y nos cuentan que sufre del corazón y le había dado mal.
Lo que son las cosas, Julio pensando que le saludaba y yo que nos reprendía por algo, pero como no llegábamos a oír sus gritos de auxilio....... Como Fernando y yo ya estamos cambiados, acercamos al matrimonio en furgoneta hasta Arenas, agradeciéndonos los abuelos nuestra buena acción del día.
Volvemos con nuestros compañeros, llevándolos unas birras bien frescas que entran solas, para posteriormente dirigirnos hasta un bar cercano, en donde sentados alrededor de una mesa, comentar sobre futuros planes, y las anécdotas y vivencias de una soleada y buena jornada de barranco.