Extraido de su crónica PowerFit
El asunto de ir al Eurotúnel (Sistema del Lobo) no acababa de cuajar.
De una forma o de otra siempre ocurría algo que lo impedía. Y este último fds no
iba a ser menos. Había mucha gente en el club la noche del viernes. Alfonso
ofrecía conocimientos sobre el montaje de iluminaciones leds. Pero para ir
al Lobo sólo éramos dos, Manu y yo. Para no liarnos demasiado nos decantamos
por hacer una visita turística a la Cueva del Narizón. A última hora se sumaron
Carlos, Ali y su hija Belén. Me lo tome como una ocasión excelente
para hacer fotos en La Joyería.
El anuncio de PowerFit resultaba
inquietante. Primero, no estaba seguro de si era un fabrica de instrumentos
para ponerse cachas o si, en sí mismo, el sitio era un local de culto al Dios
Cuerpo. Mirando de otra forma me encontré con el contraste entre ambos dos.
Ella, la chica, blanca, rubia y estilizada. Él, supergorila más que
humano, negro, hipertrofiado hasta el paroxismo y satisfecho de su
plenitud. Le estallaban las venas. Ellos dos, cada uno a su manera,
miraban hacia la ladera donde, a menos de cien metros, están las entradas al
submundo: el Narizón y Torca Palomas. Mi perplejidad dio lugar a un film mental
sin final aparente. Miraba el anuncio y me sumergía en el paisaje que dominaba
a las dos figuras humanas. Algo así solo podía ser Singapur o Tokyo o
quizás Hong Kong. Me pregunté que cojones hacía este anuncio en el Vallegón de
Castro Urdiales y que cojones hacíamos allí nosotros. Era como si sus
miradas nos estuvieran comunicando el camino. El camino de la sociedad posposmoderna.
Y como una fina burla, tal vez ironía, a nuestros esfuerzos por acercarnos a la
Naturaleza. Me sobrepuse a mis reflexiones y, pacíficamente, seguí preparándome
para entrar en la cueva.
Se suponía que el sábado iba a ser algo lluvioso pero
durante el viaje hacia Castro no cayo ni una gota. Y solo cayeron dos gotas
cuando estábamos acabando de prepararnos frente a PowerFit. Una de las
gotas le cayo a Carlos y la otra me cayo a mi en el pescuezo. A lo
largo del día debieron caer del cielo cuatro gotas más pero, como es lógico, no
nos cayeron a nosotros. Sin embargo sí que nos cayeron, desde las goteras,
abundantes gotas. A mi me entraron varias por el cogote. Resultaban
estimulantes.
Belén es el resultado de una madre sin miedo alguno.
O, cuando menos, sin ninguno de los típicos miedos que complementan a la hembra
maternal española. Una niña de nueve años jumareando y pasando
fraccionamientos. Incluso pasó un desviador, aunque le tuve que echar una mano.
Todo un ejemplo. De vez en cuando Belén exhibía un genuino NO a medio camino
entre infantil y adolescente. Alicia ejerciendo de madre -y Carlos de padre-
con paciencia que bordeaba peligrosamente el enfado. Belén no quería ponerse
los talabartes hasta llegar a la sima, Belén esto o Belén lo otro. Pero, en
este caso, la sima estaba a dos minutos del coche así que Ali se puso
enérgica y la niña se vistió de romano.
La instalación de Torca Palomas tiene chapas de
inoxidable con parabolt de 10. Sin embargo en la tercera fijación hay
que poner la chapa. Y el cuarto fraccionamiento es de parabolt de
8 zincado. Abajo hay una hermosa sala en penumbra. Se pueden realizar
bonitas fotos. A partir de aquí solo hay un camino posible, por el río, pero
éste se va enrevesando progresivamente. El acceso a los otros niveles es
francamente lioso. Pudimos acordarnos entre Alicia y yo. Sea como sea se accede
a otro nivel en el que hay una galería bastante ancha obstruida por conjuntos
de formaciones. En un momento dado, después de pasar por bastantes
estrecheces, se accede a una zona de excéntricas notables. Al
principio me costó convencerles de que trajeran las sacas pero después de un
instante de contemplación no tuvieron ninguna duda.
El resto del tiempo se me pasó volando. Hacía lo que
buenamente podía con la cámara en el trípode (La dificultad es colocar las
luces de forma que realcen lo que en un fugaz instante has vislumbrado. Esa
combinación de luces y sombras que hacen del paisaje subterráneo algo mágico o
de otro mundo) Poso Alí, poso Carlos, poso Manu y poso Belén. Luego
comimos. Y continuamos haciendo fotos. Belén me acompaño a una galería
ascendente cuajada de cristales. La paciencia de algunos empezó a
resquebrajarse y la mía también pero, aún así, se mantuvo en pié hasta el
final. Alicia tuvo tiempo de lanzarse a explorar una continuación que la llevó
a una sala con formaciones. Días más tarde he mirado la topo del Narizón. He
descubierto que la zona donde Alicia empezó a hurgar es un portal. Por ahí hay
más cueva que todo el resto que conocemos. Me temo que, como casi todas las
cuevas de Cantabria, esta es una cueva en la que hay más de lo que indican
las aparencias. Lo que pasa es que casi todos nos centramos en el
recorrido de la travesía Narizón>>Torca Palomas. Y esto está ocurriendo
en todas las cuevas que tienen una travesía o un recorrido estándar. La
ventaja, para la posteridad, es que el deterioro de la cueva queda reducido a
un camino muy concreto.
No puedo decir que fuera cansado pero si notaba el
paso de tanta estrechez y gatera. A media tarde salimos al exterior. Alicia y
Carlos proyectaban ir a devorar pinchos en Sarón. Una especie de fin de
semana gastronómico en que los bares de Sarón compiten por ofrecer
los mejores pinchos a 1€ el pincho. Durante el viaje de vuelta a Solares nos
fuimos calentando todos. Manu se marchó directamente a Sarón a comer
pinchos. Yo me pasé por casa con la intención de ir un poco más tarde. Pero las
circunstancias me desviaron hacia una velada más casera…