Presentación

Este es el blog de Carlos y Alicia, en donde os mostraremos las salidas a la montaña que realicemos solos o con nuestros compañeros y amigos.

sábado, 29 de diciembre de 2012

Porracolina (1414 metros)



El día 26 de diciembre, aprovechando la invitación que me hicieron mis amigos Javi y Kiki para ascender al Porracolina, decidí unirme a ellos. Era una buena manera de aprovechar las vacaciones de invierno y así poder bajar algo de peso que pudiéramos haber cogido con los excesos navideños. Quedaron en recogerme a las 9 de la mañana, para desplazarnos hasta el pueblo de Valdició, lugar desde donde realizaríamos la ascensión.
Salimos de la parte alta del pueblo, desde donde se da vista al deposito de agua que abastece a la población, pero no llegamos hasta él si no que cogemos un desvío a la izquierda por una pista que finaliza en un prado. De forma muy clara vemos un collado con una cabaña justo encima. Atravesamos el prado  en donde encontramos un inclinado sendero de subida hacia el collado, teniendo que realizar varias paradas para coger aire.


Una vez arriba y a poca distancia, llaneando, vemos otro collado prácticamente gemelo en el que nos encontramos también con otra cabaña. Estando ya en este segundo collado, vemos claramente la subida al Porracolina por su cara sur. Vamos bordeando la ladera para no perder altura hasta encontrar un marcado camino de subida, que desde la lejanía nos habían mostrado unas motos de trial. Una vez encontramos el marcado sendero (con el sol por fin dando sobre nosotros)  no lo abandonamos, salvo para mirar una sima que había junto al camino, hasta llegar al Collado del Alto de La Mina. Desde aquí tenemos por fin unas amplias vistas del valle de Asón, con las Cabañas de Sotombo a nuestros pies.


Una vez en el Alto de la Mina nos vamos a la izquierda, buscando el camino bien marcado que rodea y va por la ladera sur del Porracolina. Seguimos el sendero hasta encontrar una marca roja en un farallón rocoso, en donde giramos a la derecha para cruzar ese balcón y después seguir el sendero, que por terreno herboso nos lleva a la cima del Porracolina (1414 metros).


Aprovechamos para comer en la cima disfrutando de las amplias vistas, aunque buscamos un pequeño abrigo en la cara norte para evitar un frío y molesto viento. El día es bastante despejado, lográndose ver media Cantabria.


Para el descenso decidimos bajar de nuevo al Collado del Alto de La Mina e ir cumbreando hacia el sur, para más adelante ir perdiendo altura decididamente por el Barranco de la Brena, en donde encontramos una pequeña cueva marcada con el número 1252. Posteriormente en casa y tan solo con buscar en la amplia base de datos del SC Dijon, supe que se trataba de la Cueva de la Botta Azul. Quizás en el SCC debiéramos de marcar las cuevas y simas como hacen los franceses, así futuras generaciones de espeleólogos no tendrían dudas de si están ante un nuevo descubrimiento o esa cueva ya fue visitada con anterioridad.


Acabado el fuerte descenso por el barranco, en donde las rodillas sufrieron de lo lindo, llegamos al Hoyo la Brena en donde un cartel del GR 74 nos indicaba el camino a seguir, dando vista al deposito de agua y en pocos minutos llegar de nuevo a donde teníamos el coche, cerrando de esta forma un bonito paseo matinal de unas 4 horas.

               

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Cueva de Cotera



Durante el picoteo que tuvimos en la sede de la Federación Cántabra de Espeleología, con motivo de la presentación del calendario del 2013, recibí la invitación por parte de Fran para que le acompañásemos a visitar la Cueva de Cotera, cavidad  que había visitado recientemente junto con más miembros del club después de un par de días de búsqueda y una buena labor de limpieza, pues la boca se encontraba totalmente ocultada por las zarzas. No lo dude un instante y Alicia, Belén y yo nos apuntamos a la salida que Fran había organizado junto con Matias.


Quedamos sobre las 11 en Puente San Miguel para dirigirnos hasta la localidad de Oreña, mas en concreto al barrio Perelada, en donde aparcamos, nos cambiamos y comenzamos el corto camino de aproximación (unos 20 minutos) hasta la boca de entrada. Durante el trayecto nuestros guías nos comentaban los problemas de ubicación que tuvieron en la primera visita, hasta el punto de no lograr localizar la cueva. Afortunadamente esta vez, aunque con algún despiste, logramos llegar a la pequeña boca de entrada tras superar un gran zarzal que Nano (semanas atrás y con gran habilidad)  había limpiado a golpe de machete.


La boca de 2 metros de alta por 5 de ancha se reexcavó artificialmente para usarse como refugio de ganado, viéndose los restos de un pequeño muro para que los animales no se internaran en la cueva. Al poco de entrar nos llama la atención las enormes raíces que encontramos colgadas del techo, en una pequeña sala, situación esta que se repetia varias veces más durante la visita.

La cavidad, de 3750 metros de desarrollo, es en general de sección reducida, con cauces activos presentes en largos tramos, ocasionando galerías sifonadas y tubos a presión, sufriendo inundaciones en tiempo de lluvias.


Fran nos va mostrando la cueva y vamos de vez en cuando comprobando la topografía, explicándonos por donde estuvo en la anterior visita, pero en cinco minutos que dejamos deambular sola a Alicia encuentra ¡¡¡otra  boca!!! que no figura en nuestra topo y que tampoco vieron días atrás. Encontramos algún hito, por lo que es evidente que no somos los primeros en pisar el lugar, pero decidimos salir al exterior para más tarde localizar la entrada, pues no creo que el acceso a la boca principal tarde mucho en taparse de nuevo de zarzas y quizás  esta boca fuese mas accesible (como más tarde comprobamos).


Volvemos al interior de la cavidad y continuamos la visita por la red Sudoeste, hasta llegar a una sala en donde el curso de un pequeño riachuelo suena con fuerza. La visita se esta alargando más de lo previsto, pero Alicia se interna por un sifón (seco en esta ocasión) mientras los demás esperamos que vuelva con noticias. Cuando vuelve nos comenta que la cueva continua, pero decidimos dejarlo para otra ocasión e ir haciendo el camino de regreso, aunque visitando todos los recovecos y haciendo una parada para comer.


Una vez estamos de nuevo en el exterior, Fran, Matias y yo nos acercamos  a localizar  y marcar la segunda boca, mientras las chicas se dirigen hacia el coche. No tardamos mucho en encontrarla, pues se sitúa en una pequeña dolina junto a una pista y además Fran se había encargado de señalizarla con un palo cuando salimos por ella. De esta forma dábamos por concluida la visita a esta cavidad, visita que pensábamos iba a ser corta pero que se alargo más de lo esperado,  no impidiendo que llegásemos puntuales a la cena navideña que teníamos con la gente de exploración.

                

jueves, 20 de diciembre de 2012

Castillo de la Bolera de Los Moros - Mina Hozarco



En un encuentro fortuito con nuestro amigo Pon, nos comento (entre otras muchas cosas interesantes) sobre la existencia de una bonita mina en el Monte Hozarco. Apenas unos pocos comentarios sobre ella hicieron que me entrase mucha curiosidad, quedando un par de semanas después para visitar esta o alguna otra cueva con cierto interés. Cuanta más información sobre dicha mina encontraba, más ganas tenía de conocerla, así que cuando se torcieron los planes yo lo tenía muy claro, no me iba a quedar en casa.


El sábado día 15 quedamos (Alicia y yo) en pasar a recoger a  Fonso por su casa. Nos íbamos tan solo los tres con la intención de encontrar y conocer la Mina Hozarco, pues el resto de compañeros o bien tenían otros planes o las cenas navideñas impedían que se unieran a nosotros. Nos desplazamos hasta la localidad de Piñeres (Peñarrubia) desde donde una pista asfaltada nos introduce de lleno en el Monte Hozarco o de Santa Catalina, inconfundible por el repetidor que existe en su cumbre. Su cima, situada a 760 metros, constituye un mirador excepcional sobre el Desfiladero de La Hermida y la entrada a Liébana. Este carácter de atalaya sobre los accesos a Liébana motivó la instalación, en el siglo VIII, de un castillete que permitía el control militar y político de esta zona por parte del Reino de Asturias. Los restos de este castillo, cuya peculiar forma recuerda a una bolera e hizo que los lugareños pensaran que en este lugar los moros (antiguos habitantes) jugaban a los bolos,  son visibles junto al mirador panorámico instalado en la cima. Aprovechamos la vista a este monte, para en mi caso, quitarme una visita que tenía pendiente desde hace tiempo. La verdad es que desde el mirador las vistas son impresionantes tanto en una dirección como en la otra, aunque un fuerte viento no nos dejó disfrutar mucho tiempo del lugar.


Regresamos al comienzo del bosque, en donde una vieja pista minera nos lleva en poco más de 45 minutos a la entrada de la pequeña mina. Atrás hemos dejado un agradable paseo por el Monte Hozarco y las ruinas de un viejo casetón minero. Son casi las dos de la tarde, así que aprovechamos para comer algo antes de comenzar con la visita.


Nuestra total ignorancia en cuanto a minerales se refiere, no resulta un impedimento  para disfrutar de la visita. Ya en la misma entrada encontramos varias piezas de cristalizaciones de cuarzo (o eso creo) que los anteriores visitantes han abandonado.


Otra cosa que nos llama mucho la atención es la gran cantidad de basura que encontramos en alguna de sus galerías. Me parece bien que los aficionados a los minerales vayan a conseguir su trofeo, pero lo que no me gusta ni "una mierda" es que abandonen allí sus desechos. Encontramos tupperware, linternas, periódicos, incontables botellas de plástico, etc, etc. Unos cuantos gramos de más no creo que se notaran en sus cargadas mochilas de mineral.
Íbamos con instrumentos para picar en caso de encontrar alguna pieza atrayente, pero pronto nos dimos cuenta de que esa tarea es más complicada de lo que parece, dedicándonos a visitar una por una las pequeñas galerías, recogiendo las piezas que para otros no valían.


En las paredes de toda la mina hay gran cantidad de cristalizaciones y tintadas de color azul (esa sé que es de cobre),rojo, marrones, negras, etc, que dan a la mina un bonito aspecto.


Como colofón a la visita nos introducimos en una minúscula galería plagada de cristales y tintadas, que nos hacen pensar que estamos dentro de una enorme geoda.


En pocos minutos estamos de nuevo en la boca de la mina, en donde examinamos las piezas conseguidas, antes de irnos a dar un paseo por la zona y mirar una boca que resultó ser tan solo un abrigo. Recogemos los bártulos y emprendemos el camino de vuelta, habiendo disfrutado de un día de cueva atípico, aunque interesante y divertido.

             

viernes, 14 de diciembre de 2012

Canalahonda. Parque Natural Collados del Asón



                          Texto: Chus                                 Fotos: Carlos y Alicia
       Extraido de su crónica Canalahonda

No podíamos dejar pasar el puente de la Constitución sin realizar ninguna aventurilla, por lo que el sábado noche, aprovechando la visita al mercado navideño de Sarón, quedamos con Carlos y Ali y mientras tomábamos unos “chupitos”,  barajamos varias posibilidades. Había muchas ganas de pisar nieve y al final nos decantamos por el Parque Natural de los Collados del Asón, para visitar Canalahonda.
A pesar de ser unas de las zonas menos conocidas de nuestra región, es de las más hermosas. En ella podemos encontrar la majestuosa cascada del nacimiento del Asón, que en esta ocasión tenía mucho caudal producido por el deshielo.



Nuestra ruta parte desde el aparcamiento del Parque Natural de los Collados de Asón (687 metros), una vez allí nos abrigamos bien, dado que aunque brillaba el sol, la temperatura rondaba los 5 grados. No tenía mucha esperanzas de encontrar nieve, dado que  solamente blanqueaba en las cotas más altas, por lo que fui el único en el grupo en descartar el uso de polainas (gran error).
Comenzamos a ascender por una pista ganadera que gana lentamente altura hasta  el Alto de la Posadía (896 metros). Una vez allí, nos desviamos a la derecha, dejando el poljé de Brenavinto a la izquierda. Seguíamos viendo la nieve aún demasiado lejos, el sol empezaba a calentar y la temperatura iba mejorando.
Continuamos por el sendero de la ladera, hasta que nos encontramos con la Cabaña de Concinchao.


En este punto apareció mucha nieve en el camino, unos 30 cm, fue en el momento en el que uno piensa, ”porque no habré traído las polainas”.
Dejamos atrás la cabaña atravesando un bosque de hayas,  que nos conduce al collado de los Lobos,  una vez superado, a nuestra derecha aparece la canal.  Una pequeña cuesta nos conduce a la famosa Canalahonda.



 El canal tiene una longitud de unos 700 metros, la primera sensación que se me paso por la cabeza fue a Moisés abriendo una senda en las aguas del Mar Rojo, pensando que en cualquier momento se nos podría cerrar el paso. Las paredes en algunos puntos superan los 30 metros de altitud y con una anchura en varias zonas de hasta 100 metros. Como era de suponer había mucha nieve, pero al estar tan resguardado se encontraba dura y se podía progresar sin problemas.



Una vez superado el cañón llego la mejor parte de la excursión, como siempre, la hora del bocata. Mientras comíamos algún dulce navideño que había traído Ali, divisábamos el radar militar en el alto de Lunada, que controla el espacio aéreo norte.



Después de las fotos oportunas, y sin mucha demora dado que los días en inviernos son cortos, nos volvimos a poner en ruta. Para no retroceder por el mismo camino, continuamos la ruta con la idea de volver por  la parte inferior del valle. Cada vez la nieve se encontraba más blanda y costaba más progresar, por lo que siempre se buscaban pisadas para aprovechar la huellas. 



Cuando llegamos a la parte inferior de valle, descubrimos que estaba todo inundado, debido a las altas temperaturas, por lo que intentamos evitarlo por una finca. Aquí llego el momento gracioso del día, Carlos fue el primero en intentar saltar una fácil alambrada, casi al momento se escuchó en todo el valle un “Me caguen el pastor”, en ese momento todos empezamos a reír dado que había un gran cartel indicando que estaba encendido. Optamos por retroceder unos metros y volver por la falda de la montaña, enseguida nos encontramos en el Alto de la Posadía, donde ya solamente nos quedaba descender hasta el aparcamiento de los Collados del Ason.