Aunque se encuentra en el municipio de Ruente, la titularidad del Monte Aá la ostentan de modo compartido los pueblos de Ruente, Valle de Cabuérniga y Sopeña, siendo uno de los numerosos montes comunales que aún conservan parte de su superficie cubierta de bosque, por más que tenga más del cincuenta por ciento cubierto de matorral y praderías.
Aparcamos a la salida del pueblo de Ruente, junto a una fuente situada a la izquierda de la carretera. Son las 10:30 de la mañana, cruzamos la carretera y nos dirigirnos hasta el puente que cruza el río Saja. Allí tenemos un cartel indicativo con algo de información sobre la ruta.
En la primera parte de la ruta, la pista discurre paralela al Arroyo de Monte Aá. En esta parte el bosque lo forman especies ligadas a los cauces fluviales, como el aliso y los sauces, pero también nos encontramos con avellanos, fresnos, etc. La ruta no tiene pérdida, pues hay numerosos carteles que indican el buen camino.
El bosque de Monte Aá ocupa una extensión de 400 hectáreas, y al separarnos del río vemos que está formado principalmente por un robledal maduro, dominado por la cajiga, aunque también encontramos hayas, acebos, etc. El acebo es una especie que resulta crucial para la supervivencia de gran número de especies animales, especialmente durante los meses de invierno.
Pero de todas las especies vegetales de Monte Aá, existen algunas que destacan de forma sobresaliente. Se trata de algunos robles centenarios de gran tamaño, cuya notabilidad les ha llevado a ser protegidos con la figura de Árboles Singulares, y cuya visita es el objetivo de nuestra excursión. Aunque el más famoso, El Cubilón fue ya victima de la edad, aún se conservan algunos robles extraordinarios, como el Mellizo o el Belén, situados a pocos metros de los restos del Cubilón.
El roble del Cubilón es el más conocido de Cantabría, tenía un diámetro de unos 15 metros, se le atribuía una edad milenaria, considerándolo el más antiguo de España, y se mantuvo en pie hasta el inicio de la década de los noventa, en la que un rayo acabó con su vida. De tronco hueco, se decía que podía dar cobijo a dos vacas de raza Tudanca y que se había usado en todos los tiempos para el cobijo de pastores y ganado. Cuenta la leyenda que el mismo Napoleón se llevo una bellota del Cubilón engarzada en oro, lo que sin duda revela la importancia de esta cajiga.
Cuando llegamos a la parte alta del bosque, y al llegar a una curva cerrada, nos encontramos con un cartel indicador que nos introduce en el bosque por un sendero bastante marcado, que a los pocos minutos nos lleva hasta la majestuosa cajiga del Mellizo. Nos ha llevado llegar hasta ella algo menos de dos horas, a un ritmo muy tranquilo y haciendo alguna parada para beber y picar algo.
Continuamos por el sendero y a escasos metros nos encontramos con la otra gran cajiga que sigue en pie, el Belén, que tiene el tronco hueco con forma de portal. Echamos unas fotos y volvemos hacia el Mellizo, en donde nos ponemos a comer admirando el tamaño de este árbol. Durante la comida se acerca hasta el lugar un grupo de senderistas, y se ponen a rodear la cajiga con sus brazos, siendo necesarias seis personas para rodear el tronco por completo. Según nos comentaban, hacían falta 10 personas para rodear al Cubilón.
Cuando llegamos a la parte alta del bosque, y al llegar a una curva cerrada, nos encontramos con un cartel indicador que nos introduce en el bosque por un sendero bastante marcado, que a los pocos minutos nos lleva hasta la majestuosa cajiga del Mellizo. Nos ha llevado llegar hasta ella algo menos de dos horas, a un ritmo muy tranquilo y haciendo alguna parada para beber y picar algo.
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