El viernes me acerque al club a devolver unas
cuerdas del curso de espeleo socorro que había tenido que limpiar, allí me
encontré con Ali y me comento que querían hacer algo este finde, para mi el
sábado era imposible, así que quedamos en llamarnos. El sábado fue un día muy frio, no paro de nevar por toda la región, tendría que
estar el monte precioso. Sobre las 20:00, recibimos la llamada de Alicia, ¿Cómo
quedamos?. La pregunte por la previsión meteorológica y su repuesta fue, “siempre
se equivocan”, total que quedamos el domingo a las 9:15 en Puente San Miguel,
nuestra base de operaciones.
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El Domingo nos costó madrugar, el despertador sonó a las 8:00 pero la sabanas
se nos pegaron un buen rato, sentimos frio y humedad, sensaciones que nos iban
a acompañar a lo largo del día.
Como un buen reloj ingles a las 9:15 estábamos en el punto de encuentro,
enseguida llegaron Carlos, Ali y Belen, el día no podía estar peor, lluvia,
frio y viento, pero nosotros ahí al pie del cañón. Nos montamos en el coche de
Carlos sin aun definir destino, los que más sonaron, Ason, Reinosa,
Palencia…
Bárcena Mayor fue el destino elegido, principalmente por su cercanía. Como era
muy pronto Carlos empezó a subir el puerto de Palombera, todavía quedaba nieve,
aunque con la que estaba cayendo poco iba a durar. Paramos en el cañon de
Palombera, un barranco que había realizado Carlos antes de que estuviera
prohibido, sacamos unas fotos al último rapel, “El Pozo del Amo” y continuamos
subiendo el puerto hasta que la carretera se puso un poco fea y decidimos
retroceder e irnos acercando a Barcena Mayor a tomar algo.
El pueblo estaba muy bonito, todos los tejados nevados, pero la lluvia no nos
daba ni un descanso y lo único que podíamos hacer era correr de bar en bar, al
tercero decidimos que ya era hora de comer algo, no nos lo habíamos ganado,
pero apetecía algo caliente. En el Restaurante “El Puente” nos pusieron unas
buenas alubias por 10 Euros, además comimos junto a un mirador donde se podía
observar la violencia con la que bajaba el río, no paraba de crecer y crecer
por momentos.
Aprovechamos que nada más comer, la lluvia nos dio un respiro, nos dimos un
paseo junto al cauce del río dado que era impresionante su violencia, pero enseguida
volvió a llover con fuerza, y tuvimos que regresar el coche.
En el camino de
vuelta, nos topamos con numerosas cascadas, recordamos que la temporada de barrancos
andaba cerca. Continuamos de camino a casa y vimos varios desprendimientos. A
la altura de cabezón, el rio Saja ya se había desbordado, en definitiva, “un
gran día para hacer un poquito de senderismo”.
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