Nos preparamos y empezamos el ascenso hasta la boca superior por la píndia pista hormigonada, teniendo que hacer varias paradas para tomar aire, pues hacia bastante calor. Cuando llegamos a la entrada superior nos ponemos el neopreno, pero no sin ningún contratiempo. Cuando estoy intentando subirme una pernera el neopreno se rompe (nada que no se pueda arreglar con un poco de pegamento) confirmando que esta es una cueva gafe para mi.
Nos introducimos en la cueva, siguiendo la escasa corriente en esta ocasión, por un tubo freático para salir a una galería de medianas dimensiones de fácil progresión.
Más adelante la galería se estrecha y el cauce se excava, formando pasillos inundados (alguno muy estrecho), resaltes y marmitas que hacen la progresión divertida.
Casi sin darnos cuenta llegamos al primer rápel (7 metros).
Superado este bello rincón de la cueva, continuamos la travesía, superando unas badinas hasta salir a una amplia sala en la que paramos para hacer un descanso y tirar unas fotos en exposición. En esta sala, la cueva me regaló un reverso que me encontré en el suelo, no todo iba a ser mala suerte en esta cueva.
Seguimos por el cauce y tras superar varios resaltes el agua desaparece, llegando en poco tiempo al segundo de los rápeles, de unos 30 metros, pero que se puede fraccionar en dos (como hicimos nosotros) pues existe una reunión intermedia en una pequeña repisa.
Escasos metros más adelante encontramos la boca inferior, saliendo al exterior decididos a afrontar el pequeño barranco (nunca lo habíamos descendido) que encadena tres rápeles.
Una vez superados los rápeles continuamos el descenso, entre un enorme caos de bloques y numerosos resaltes, en busca del camino de retorno. Cuando llegamos al hito que marcaba la salida, un nuevo estrechamiento del cauce me llamó la atención, diciéndoles a mis compañeros si alguien me acompañaba por el río. Al final Fonso se decidió a venir conmigo, y la verdad es que mereció la pena el seguir el descenso, pues llegamos directos al coche, tan solo 5 minutos mas tarde que nuestros compañeros, y pudimos disfrutar de unas zonas estrechas, acuáticas y con formaciones de toba realmente bonitas.
Tras dar un poco de envidia al resto del grupo (nos podía haber salido el tiro por la culata), y tal y como habíamos planeado, decidimos ir en busca de un restaurante en donde quitar el hambre, y valla si lo quitamos. Paramos en el camping Río Purón, en donde comimos ensaladas, fabes, cabrito, etc, eso sí, los valientes que se atrevieron con las fabes y el cabrito (Fonso y yo) no duramos ni cinco minutos despiertos en el viaje de vuelta, disfrutando de una buena siesta gran parte del recorrido.
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