Llegamos al Pont de Suert y nos dirigimos a la escuela de montaña, lugar donde dejamos la furgoneta. Cogemos lo necesario para realizar la vía y caminando junto al río pronto vemos un puente metálico, donde encontramos en un árbol, el indicador de madera (vía ferrada) que nos lleva a la izquierda por un camino ascendente. Seguimos las marcas amarillas y VF. La pista ancha inicial se convierte en un sendero que se introduce por un camino a la derecha, que va llaneando hasta el inicio de la ferrata, después de 25 minutos de caminata. Esta ferrata tiene la curiosidad de que se mantiene desde la escuela de montaña de Pont de Suert, pero está ubicada en territorio aragonés.
Mónica vuelve a decidir no acompañarnos en esta ocasión (tiene que volver a coger fuerzas después de tanto periodo de inactividad) y para Carmen será su primera vía ferrata. Tras darle alguna explicación comenzamos el ascenso con Fonso a la cabeza.
La vía ferrata esta dividida en 3 tramos, encontrando en el primero de ellos unos puentes nepalís opcionales, y que como íbamos pillados de tiempo Fonso, Carmen y yo pasamos de largo, pero Alicia y Chus no me quisieron escuchar y los realizaron, aunque no perdimos mucho tiempo.
En este primer tramo ya nos quedamos alucinados con la bien que está equipada y diseñada la vía, pues aparte de todo lo básico de las ferratas, nos encontramos con colas de cerdo para facilitar el seguro desde arriba con una cuerda adicional.
El segundo tramo tiene unos pasos aéreos, siempre con buenos agarres que nos deja en la cima de un espolón que a ratos desploma ligeramente.
Llegamos al final de este segundo tramo y encontramos un buzón en donde dejar nuestras opiniones, bastante positivas por cierto, y decidimos no atacar el tercero de los tramos, pues nos podía caer la noche en el regreso. Me jodió bastante el no poder acabar la vía, pero era más sensato abandonarla en este punto y no ir deprisa y corriendo sin disfrutarla.
Seguimos las marcas del escape y en la bajada nos encontramos con algún tramo de cable que nos ayuda en el descenso. En pocos minutos estábamos de nuevo en el camino de aproximación y posteriormente en el coche, para dirigirnos hasta el camping en donde meternos una buena cena después de esta preciosa y agotadora primera jornada por tierras leridanas.
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